Un cuento para el entretiempo: “Para siempre”

Cuenta la leyenda que aquél episodio ocurrió hace siglos. Dicen los libros que fue en un rectángulo verde bajo un sol furioso. Hablan de miles y miles de personas como testigos presenciales. Cuentan que millones lo vieron por algo llamado televisor.

Por generaciones se narró que el hombre poseía mágicos poderes desplegados por su pie zurdo. Las pocas bibliografías rescatadas del olvido explican que lucía un 10 en la espalda y su región guardaba el color del cielo en su simbología.

Dicen que existe un audio bajo siete llaves que da cuenta de un barrilete cósmico y se agradece a un dios por las lágrimas. Escuché no sé bien dónde, que medio equipo fue humillado por ese morochito del sur planetario.

Hay versiones que afirman que ese ser estuvo iluminado por otros seres que se habían ido antes por culpa de una guerra nefasta, incluso hablan que el sujeto del número 10 salió a ese campo pensando en ellos.

Creo estar prácticamente seguro que en la academia nos enseñaron que los fundadores del lugar donde todo pasó, adoraban dioses y admiraban la astronomía. Habrá sido por ello también que este ser resplandeció ante todos en este mismo mágico escenario. Endiosado de virtudes, iluminado como estrellas.

¿Su nombre? No lo tengo del todo claro, pero aún se pueden encontrar centenares de obras artísticas con su imagen. Por todo el planeta siguen estando. Gastadas, despintadas o dañadas, pero están. En cualquier nación, hasta incluso en las que han mutado de denominación o forma geográfica. Hay retratos que sirven para seguir adorando a ese 10 que deslumbró al infinito desde un rectángulo de césped para sentarse por los siglos de los siglos en la memoria de la humanidad.

Por Mauricio Jacob Desde Crespo