“Conciencia” por Jesús Ludi

El escritor paranaense Jesús Ludi, brinda un aporte literario sobre la situación sanitaria que se vive a nivel mundial por la pandemia del Coronavirus, que incluye un mensaje y reflexión, destinado a la comunidad y que transcribimos a continuación.

“No todos somos dueños de la tierra, no somos propietarios de la vida, no somos terratenientes del universo, pero sí somos una flor del jardín más hermoso de todos, el de la huerta de Dios. El sembrador puso allí sus semillas, estás salieron un poco torcidas se secaron y murieron, nuevamente plantó en el viejo surco, pero éstas se apresuraron para salir del cascarón y por el sol se marchitaron. Esta vez con fe y cuidado volvió a plantar sus semillas algunas fructificaron, otras por vivas quedaron en el camino y a éstas últimas les dio otra oportunidad, pero por desobediencia llevaron a todo el resto a la extinción.

El creador pensó en un ser inteligente y capaz de cuidar su tierra, no de querer arrebatarle el poder ni asemejarse a él, somos sus más fieles hijos, pero eso no nos da derecho de destruir lo que nos fue confiado con amor.

Sé que muy es muy difícil seguir las reglas universales y divinas, pero debemos comprender que las vivadas aquí no están permitidas.

La naturaleza nos gobierna con derechos donde todos sus huéspedes reciban lo mismo a cambio de una buena conducta y esfuerzo, cualquier exageración caerá por su peso a menos que un pequeño círculo ambicioso atente contra la vida ajena, no obstante su tiempo será limitado porque el rigor que la naturaleza tiene para con su ocupante es muy estricto debido a que todos en el cosmos deben recibir lo mismo que ofrecen, tal como la dulzura de una flor que le proporciona polen a una abeja para la miel, está recibe su cariño para seguir dando encanto a los ojos de aquél que la mire.

Una de las herramientas más atesoradas por los hombres siempre fue el conocimiento, conocer no nos da derechos de manipular ni de imponer sino de comprender y tener conciencia de un mecanismo tan delicado como las funciones del universo para hacer nosotros los escoltas de este poder que Dios brinda con sabiduría y amor.

Conocer brinda poder y eleva cualquier autoridad sobre el resto, sin embargo cuando no comparto este don nos encapulla en una engañosa fuente del deseo que puede matar a los subordinados que estén por delante. Esta tentación es muy fuerte porque quién no querrá tener una habitación llena de oro, pero sólo es una ilusión de una mente vacía que no siente cariño por un semejante.

Por eso el amor en la balanza más sabia que hay en todo lo existente, no arrincona ni acumula, pero sí comparte una parte para que otro viva porque donde hay dos o tres la luz puede crecer.

La luz es el fuego sagrado que emiten seres que aman a sus semejantes, tan así es que unas pequeñas ramas se dejan quemar sacrificándose sabiendo que iluminarán donde hay oscuridad y darán calor para que así el frío se espante y deje de causar temor.

Una de las mayores lecciones para un padre es que su hijo sea imagen de una persona de valor y respeto, no por capricho propio, sino por experiencia y conocimiento porque sobre el buen ejemplo se construye un terreno de amor y prosperidad porque si él es base de flaqueza se desplomará en el menor instante y terminará destruyendo todo lo que por sobre él habita.

Dado este panorama pongámonos en los zapatos de Dios, viendo un montón de ‘Pequeños Ángeles Traviesos’ que destruyen un hogar sabiendo que el peso de cada ladrillo le costó una eternidad y la mezcla es el amor que jamás pudo dar, ellos fueron sus más seres privilegiados.

Por ende, debemos cuidar nuestra tierra, no se trata de un capricho simplemente romper las reglas como acostumbramos en cada juego; aquí vale por sobre todas las cosas, la vida. Todo a nuestro alrededor respira, camina, vuela y siente, no somos los únicos preferidos de Dios, en la barca estamos todos juntos.

Matamos un simple insecto porque huele mal y es desagradable a la vista, no obstante, es una herramienta del universo para la continuidad de todos los demás seres vivos. Quitamos un árbol para hacer una carretera que llevará a grandes empresarios a dormir a un hotel que planean explotar a cientos de esclavos para llenar sus ambiciones, ahora bien, ¿cuántos pulmones dejarán de respirar a cambio de unas pesadas maletas verdes?

Esta es hoy nuestra triste realidad y así como todos Unidos nos formamos en fila, con gozo y pudor y cantamos el himno de nuestro país que nos representa en todo el mundo, por qué no con ese mismo empuje todas las naciones del planeta le cantamos la marcha, pero a la vida, elevando nuestra voz para que así Dios reciba algo de ese amor que Él nos concedió”.

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