Zimerman: Cómo el “estrés térmico” repercute en la eficiencia y rentabilidad de una granja porcina

La temporada estival requiere de diferentes cuidados en la producción de cerdos para prevenir el estrés calórico y su consecuente impacto en el bienestar y en el rendimiento productivo de los animales. Por ello, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria, en base a las tareas del Grupo de Trabajo de Bienestar Animal que coordina, brindó una serie de sugerencias a través de la Ing. María Zimerman, zootecnista, profesional de dicho equipo y del INTA.

“El estrés por calor se produce cuando los animales son sometidos a condiciones ambientales que superan su temperatura de confort o zona termoneutral y son incapaces de regular su temperatura interna. En el caso de los cerdos, se sitúa entre los 18º y 25°C, dependiendo de la categoría”, explicó. Pero además, pueden manifestar estrés por calor cuando la humedad relativa del ambiente es elevada (superior al 60%), aún cuando la temperatura no sea tan alta.

“El peso corporal de los animales también influye, ya que los de más de 75 kilos de peso vivo, son más sensibles al calor que los más pequeños. Asimismo, no todos los animales responden de igual manera a las mismas temperaturas; las razas autóctonas son generalmente más resistentes o están más capacitadas para adaptarse a condiciones climáticas extremas”. Al respecto, Zimerman señaló: “Cuando los animales sufren estrés por calor, en su cuerpo se disparan ciertos mecanismos (tanto fisiológicos como de comportamiento) que tienen como objetivo mantener la temperatura corporal dentro del rango de temperatura de confort. Estos mecanismos pueden ser diversos: reducción del consumo de alimento (cambio de comportamiento) para disminuir la producción de calor; aumento de la frecuencia respiratoria (cambio fisiológico); aumento del consumo de agua (cambios fisiológicos y comportamentales). A diferencia de otros animales y del ser humano, los cerdos tienen atrofiadas sus glándulas sudoríparas. Al no poder transpirar, utilizan el jadeo como mecanismo para disipar el calor corporal a través de la respiración. Sin embargo, tampoco ese es un mecanismo demasiado eficiente, ya que, en relación a su tamaño, poseen pulmones relativamente pequeños. A esto se suma, como efecto adverso, la gruesa capa de grasa subcutánea que tienen, la cual los aísla eficazmente del frío, pero no facilita la regulación térmica cuando la temperatura es elevada”.

“El estrés térmico repercute en la eficiencia y la rentabilidad de una granja porcina. A nivel productivo, baja la tasa de ganancia diaria de peso vivo. En el sector de maternidad, si las madres consumen menos, producen menos leche y por lo tanto, los lechones se destetarán con menor peso vivo. En la etapa de terminación, las repercusiones son aún mayores ya que estos animales toleran menos el calor”, explicó Zimerman.

Para reducir dicho estrés, la profesional del INTA sugirió actuar en relación a estos aspectos: “Aumentar la ventilación y el flujo de aire; reducir, de ser posible, la densidad de los animales en los corrales; mantenerlos frescos y en el caso de sistemas confinados, usar rociadores de agua; evitar mover a los animales en días de mucho calor. Si resulta indispensable, se sugiere hacerlo en horas tempranas de la mañana o a última hora de la tarde. El transporte de cerdos desde la granja a la planta de faena es el principal punto crítico en el final del proceso de producción. En este caso se recomienda: ajustar la carga y la densidad; cargar y descargar rápidamente para evitar la acumulación de calor y mojar a los animales antes de realizar el traslado”.

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