Sergio Laiker: Memorias de un wing izquierdo

Cultural campeón 1983 [web]“Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso no me enseñó nadie. Son cosas que uno ya sabe solo. Y meter centros o ponerle al arco como venga. Para eso son wines. No me vengan con eso de wing ‘ventilador’ o wing ‘mentiroso’ o las pelotas. Arriba y contra la raya”, de esta forma gloriosa introduce al lector el genial Roberto Fontanarrosa en “Memorias de un wing derecho”. Casi en la soledad y hostigado por la línea, allí emerge y crea juego el habilidoso puntero, un puesto casi en extinción. ¿Casi? Por no decir desaparecido en acción.

Sus condiciones son la de un caradura dentro del campo, vertical, veloz, hábil, valiente para encarar al marcador que lo espera como quien aguarda por su presa. Un sinvergüenza con alma de potrero. Los memoriosos podrán recrear varios nombres del fútbol grande. Pero aquí no vamos a hacer un concurso para ver quién recuerda más que otro. No señor. Aquí le vamos a prestar la debida atención a un jugador de la casa, entiéndase por “casa” la ciudad de Crespo. Estoy hablando de Sergio Laiker, para muchos sencillamente Topo. Un crack.

Su vida dentro del fútbol tuvo muchos episodios novelescos, algunos con tintes dramáticos, otros gloriosos, llegó a meterse en la historia grande de Cultural y se despidió campeón. Dentro de ese recorrido cargó con la cruz de una seria lesión, así y todo trascendió. Días grises y soleados, como suele ser el fútbol en sí mismo.

P1390080 [web]EL COMIENZO: “Comencé como todo chico, jugando en la canchita del barrio, en los potreros. Nos pasábamos todo el día detrás de la pelota, no había computadora ni nada por el estilo. Hice inferiores en Sarmiento y Unión, después ya más grande, a los 14, comencé a jugar en Cultural en Cuarta. Al año siguiente, en 1983, se armó un lindo plantel, el del recordado ascenso y tuve la suerte de integrarlo con 16 años. Tuve el honor de jugar con grandes jugadores de esa época, uno los veía de afuera y le daban ganas de compartir la cancha con ellos. Por suerte se me dio. Ese año salimos campeones y ascendimos”, comienza a narrar el Topo.

“Al año siguiente se armó prácticamente otro equipo. Varios estaban en sus últimos años como jugadores y hubo un recambio con futbolistas más jóvenes. Teníamos un gran plantel pero fue muy difícil adaptarse a la A y no hicimos un buen torneo”, reconoce.

PRUEBA EN BOCA: Con tan sólo 17 años y con sus primeros pasos en el fútbol, P1390081 [web]recibe la invitación de ir a probar suerte a Boca Juniors. Así, casi de la nada. A la edad de los cuentos, el pibe ya recibía elogios. Pero ese viaje no iba a ser sencillo en aquellos primeros años de la democracia argentina. “Era otra época mucho más difícil. No es que te llevaban los dirigentes en auto como puede pasar ahora, ibas solo y te la tenías que aguantar. Preparabas tu bolsito, te subías al cole y te ibas. Tenía que presentarme en La Candela, el predio de Boca. Cuando llegué a Retiro, esperaba que un dirigente me estuviera esperando o fuera a buscarme como estaba pactado. Era un hormiguero de gente, me senté a aguardar solo, nadie me había ido a buscar y ya estaba pensando en volverme. De pronto apareció un hombre y me dijo: ‘Usted es Laiker’ y volví a respirar. Era un dirigente de Boca”, rememora con pasión.

En el predio de Boca fue recibido por Silvio Marzolini, un prócer Xeneize quien dirigía en aquel momento la Reserva que contaba entre otros con Sergio Berti (después la rompió en River) o Claudio la Rata Rodríguez.

En el arribo del crespense, casi lo mandaron de vuelta porque no sabían quién era. ¿Cómo? Qué lo cuente él. “Llegué a la mañana a Buenos Aires y por la tarde me estaba cambiando para practicar con la Reserva. En ese momento entra alguien al vestuario y me dice ‘¿Usted quién es’. Lo miro sorprendido. ‘Como quién soy, si vos me fuiste a buscar hoy a Retiro. Soy Laiker’, le respondo. ‘Está loco, yo no fui a buscar a nadie’, sigue. ‘Pero cómo que no, si hasta me llamaste por mi apellido’, le digo ya entrando a preocuparme por el momento. ‘Ahh, tiene que haber sido mi hermano mellizo, seguro’. ¿Podés creer? Dos dirigentes que eran hermanos mellizos. Una cosa de locos”.

A pesar de ser Boca, un juvenil Sergio Laiker, no se sintió cómodo y pegó la vuelta a las pocas semanas. “Estuve como 20 días encerrado en La Candela, pero encerrado de verdad, no podíamos salir, no podíamos hacer nada. Pasaron tres semanas y nos dieron libre. Me volví y no quise ir más porque no me gustó. Me llamaron para ir a jugar un torneo a Paraguay y no fui”, recuerda convencido en haber hecho lo correcto.

P1390083 [web]APARECIÓ COLÓN: Tras Boca en su vida, apareció Atlético Rafaela en el camino. Llevado por el DT Horacio Bongiovani, participó de una pretemporada en Córdoba con el plantel superior. Al retorno, sentado para arreglar el contrato, no hubo acuerdo de ningún tipo y de nuevo a Crespo.

Pero la tercera posibilidad sería la vencida. “Después apareció Colón. Un par de dirigentes fueron a verme en un partido que Cultural le ganó como visitante a Peñarol donde hice dos goles. Me llamaron después del partido y me dijeron que el lunes o martes debía presentarme para una prueba. Fui para Santa Fe, a dedo por supuesto, no había otra forma, arreglé el contrato y comencé a entrenar”.

Era 1989, el Sabalero tenía la herida abierta, muy reciente, de haber perdido el ascenso a la A ni más ni menos que en las manos de Unión. Pero al margen de ello, el wing izquierdo (vale aclararlo), zurdo y habilidoso (por las dudas), se destacó. “Anduve muy bien, fue mi mejor año. Me sentía pleno físicamente y futbolísticamente. Colón tenía un gran plantel, hicimos un muy buen campeonato a pesar de no haber podido ascender”. En ese Sabalero, dirigido por Juan Manuel Guerra, brillaban Enrique Omar Verón (Pepo), Adriano Custodio Mendes o Sergio Verdirame. El ayudante de campo era un tal Miguel Lemme, campeón de la Libertadores con Argentinos Juniors en 1985 y finalista de la recordada Intercontinental ante la Juventus de Michel Platini. Luego sería ayudante de Carlos Bilardo en el Sevilla, época en la que jugaban Diego Maradona y Diego Simeone.

P1390084 [web]LA PESADILLA: Volviendo a la vida y obra del Topo, se encontró con que Colón no pasaba un momento auspicioso desde lo económico (no tan grave como ahora, claro). Razón por la cual deja la institución. Lemme se lo recomienda a un representante amigo y tras arreglar el pase con Cultural parte rumbo a Buenos Aires. ¿Destino? Una prueba en San Lorenzo de Almagro. Nada más y nada menos. Pero siempre existe un “pero” en los caminos de la vida.

El representante arregló con Fernando Miele, quien era el presidente en ese momento para que hiciera un entrenamiento con la Primera. El DT era Roberto Saporiti, quien quería observar al nuevo. “Me querían observar y participé de la práctica contra los titulares. Tenía grandes jugadores San Lorenzo. Leo Rodríguez, Flavio Zandoná, Pepe Castro, Jorge Rinaldi, Docabo era el arquero… Saporiti me quería ver y yo todavía no había firmado el contrato, lo cual fue un grave error. Mío pero también compartido con los dirigentes que me acompañaban. En ese entrenamiento, recibo una pelota aguantando la marca sobre mi espalda, intento girar y cuando lo hago me explota la rodilla. Imaginé lo peor. Me revisa el médico y me da la noticia: ‘Te rompiste los ligamentos, pibe’. Rotura de ligamentos cruzados. Ahí empezó todo un calvario con las lesiones. Imaginate cómo estaba yo, sin haber firmado y tan solo a un paso de haber podido integrar un equipo como San Lorenzo. Estaba destruido…”.

P1390087 [web]LUZ EN EL TÚNEL: “¿Qué hacemos ahora? El empresario comenzó a dar vueltas buscando clubes, fuimos a Huracán, Quilmes y caímos en Banfield. Los DT eran Miguel Ángel Tojo y Roberto Telch, quienes me conocían de mi paso por Colón. Era un jugador que les hacía falta por mis condiciones. Entonces me hicieron ir a la revisación médica para luego sumarme a los entrenamientos. Claro, cuando fui a la revisación saltó lo de la rotura de ligamentos. Le conté la historia al médico y me dijo: ‘Pibe, quedate tranquilo, yo voy a hacer como que está todo bien, andá a la práctica y hacé como que te rompiste ahí, pero firmá el contrato antes’. Me dio una mano bárbara en ese momento, sino no podía jugar en ningún lado. Firmé el contrato, entrené y empecé con las molestias enseguida. No simulé nada porque la lesión era grave. Entonces me llevaron a La Plata y me operaron. Luego comencé la recuperación que demandaba entre 6 y 8 meses. Era casi toda una temporada. Estaba solo en Buenos Aires y por la misma ansiedad en demostrar que podía jugar, al cuarto mes ya empecé a hacer fútbol de nuevo. Una locura. Hacía la rehabilitación solo. Tenía 24 años”.

Era el renacer de la carrera futbolística de Laiker. Indudablemente. “Empecé a practicar y me pusieron en Primera. Recuerdo contra Villa Dálmine en cancha de Banfield cuando estábamos a un punto de Quilmes, ganamos 1 a 0 con un gol mío de cabeza. Imaginate, estaba recontra feliz. Enloquecido. Entrenaba, me sentía bien por suerte. Al sábado siguiente nos toca Dep. Morón como visitante. Partido difícil, día de lluvia, cancha llena, perdíamos 2-0. Antes del final del primer tiempo hago el gol del descuento y en tiempo adicional del primer tiempo, hago el del empate. La gente estaba loca conmigo, tres goles en dos partidos. Lástima que en el segundo tiempo, sobre la hora nos marcan el 3-2 de tiro libre. La hinchada puteaba a todo el mundo. Ese Banfield se había armado para ascender. Tojo y Telch, como siempre por ser los DT, eran los más puteados. Se tuvieron que ir esa semana”.

P1390089 [web]MALDITA RODILLA: Ya sin la dupla en el banco de suplentes, toma la posta Alberto Tardivo. En tanto que en la vida del Topo, otro golpe llega cuando menos lo espera. “En una práctica se me va la rodilla y se me rompe el ligamento lateral externo. Era la misma rodilla. Ahí de nuevo se me vino el mundo abajo, se te caen los brazos y no tenés ganas de más nada. Otra operación, me recuperé, volví a jugar y se me traban los meniscos. Me vuelven a operar, otros tres o cuatro meses parado… Empecé a tener problemas casi siempre. Se me inflamaba la rodilla, después de los partidos me sacaban mucho líquido que se me acumulaba. Mal, todo mal. En el segundo año con Banfield se me vence el contrato y había una cláusula que indicaba que no me podían dejar libre estando lesionado. Entonces me hacen un nuevo contrato pero con otra cláusula en la que decía que sí terminaba lesionado en el año, aceptaba de común acuerdo quedar libre. Estaba bien, firmé. Quedé otro año en Banfield, recuperándome casi toda la temporada porque andaba muy mal. Termina el año estando lesionado y quedo libre”.

Cerrada esa puerta, aparece otra que se abre lentamente. Juan Manuel Guerra, el entrenador que tuvo en Colón, dirigía en aquel momento a Chacarita Juniors. Lo llama, le pide que haga una buena recuperación y que se sume al equipo. “Firmé por un año. Jugaba Carlos el Gatito Leeb, un goleador extraordinario. Hicimos la pretemporada en Mar del Plata, andaba bien de la pierna, pero cuando jugaba se me inflamaba. Jugaba el sábado y en la práctica del lunes me sacaban medio litro de líquido. Era una locura, no podía seguir jugando así. Mis propios compañeros entraban en la sala del médico y miraban cómo me metían la aguja para sacarme líquido. Era un sufrimiento semana tras semana. Tremendo”, narra con gestos de dolor que todavía hoy lo acompañan.

RETORNO CON GLORIA: En ese momento reconoce que prácticamente su carrera como profesional, estaba terminada. Vuelve a Crespo y se suma a Cultural, aunque en otro lugar. “Tiene que haber sido en el 93 ó 94 cuando vuelvo, pero me meto en la cueva, para jugar de 2 o de 6. Me sentí mejor, era otra visión, otro panorama, no tenía que exigirme tanto, anduve bien. Me sentí muy cómodo”, recuerda. “En el 95 terminamos invictos y salimos subcampeones. Al año siguiente nos llamaron a mi y a Cacho Silva para entrenar en Sportivo Urquiza que se preparaba para jugar el Argentino. Fuimos, hicimos una pretemporada muy dura durante unos 30 ó 40 días. Antes de arrancar el campeonato, los dirigentes no nos cumplieron con lo pactado y nos volvimos a Crespo”.

P1390091 [web]El recuerdo glorioso en su carrera dentro de ADyC, emerge vivazmente: “Armamos un lindo equipo en Cultural. Esa pretemporada nos vino bárbaro a Cacho y a mí, estábamos muy bien. Ese año logramos el campeonato en Primera A, el único que tiene el club hasta el momento. Era un gran plantel. Jugaban: Daniel Waigel; Güttlein, yo, Maxi Wachtmeister, Quique Vergara; Beto Gutiérrez, Martín Duarte, Garrafa y Diel; Cacho Silva y Elbio Schaab. Alternaban entre otros Dani Celman, Gareis, Müller, Kloker y Pedro Piray. Salimos campeones aunque no tuvimos un buen comienzo, prácticamente arrancamos sin técnico. Tuvimos una charla interna donde nos dijimos a nosotros mismos que teníamos un equipo para pelear el título. Estaba el Mono Lía como presidente, que si no hubiese sido por él, hasta me animo a decir que no hubiésemos salido campeones. Él era la inyección anímica del grupo”.

“En un partido contra Atl. Paraná, hicimos un quiebre en el torneo y empezamos a ganar”, aclara. “Le ganamos a Sarmiento, a Unión, a Universitario y jugamos el último partido, en la fecha decisiva, contra Patronato en cancha de Patronato. Esa jornada fue de novela. El puntero era Sportivo que jugaba de local ante Atl. Paraná que iba tercero. Sp. Urquiza tenía todas las chances de ser campeón, porque si ganaba nadie le quitaba el título. Paraná también tenía posibilidades si le ganaba. Nosotros le metimos cuatro a Patronato, terminó el partido y en La Floresta todavía no había terminado. Agarramos la radio y nos sentamos en el medio de la cancha a escuchar el partido, hay una foto famosa de ese momento”, comenta. “Sportivo había arrancado ganando 2-0 y Paraná lo dio vuelta 3-2 y sobre la hora lo empató Sportivo 3-3. Final. Salimos campeones, una locura. Es un gran recuerdo porque fue el primer y único título con Cultural en Primera. Nos rodeó una alegría inmensa”, concluye.

laiker sergio entrevistaTras esa conquista histórica Cultural volvió a descender en 1999. Pero en el 2000, en su último año como jugador, hubo revancha. “Con Gustavo Ghirardi como DT, se trajeron algunos refuerzos para la B como la Quica Cristian Ponti, Rubén Zuázaga, Retamar, Gereniere. Se armó un lindo plantel y salimos campeones. Le ganamos la final a Belgrano. Acá fue 2-0 y allá perdimos 2-0 en cancha de Patronato. Ganamos por penales. Otra vuelta olímpica en cancha de Patronato, creo que pocos jugadores lo han hecho. Tuve la suerte de hacerlo y con Cultural”, confiesa Sergio.

EPÍLOGO: – Qué jugadores te han marcado en tu trayectoria.

– En Crespo por suerte hubo grandes jugadores. Ghirardi, los dos (Gustavo y Alejandro), la Chicha Diel, Garrafa García, Silva con quien hacíamos una gran sociedad sobre todo en las pelotas paradas, en fin… hubo grandes jugadores. En Colón compartí el equipo con el Zurdo Verdirame, muy habilidoso y rápido. Cuando yo llegué él jugaba de 11, era wing izquierdo como yo. En esa época se jugaba con tres delanteros. Tenía que sacarle el puesto a Verdirame que además era el ídolo que tenía Colón en ese momento. Guerra le vio más virtudes para jugar de enganche, lo retrasó unos metros y a mi me puso de 11. Anduvo bárbaro en esa posición. Otros que estaban en ese equipo eran Custodio Méndes, gran goleador, Siviero en el fondo que después jugó en San Lorenzo y en Mallorca con Héctor Cuper como DT, estaba la Pepo Verón. En Banfield jugaban el Chueco Delfino, Horacio García ya fallecido, Marcelo Benítez…En Chacarita Juniors recuerdo que compartí el plantel con el Gatito Leeb. Era un fenómeno como persona y un gran jugador.

– ¿En esa época también se sufrían los aprietes de la barra? ¿Te tocó en alguna oportunidad?

– Sí, sí. En Colón por ejemplo, estábamos en una reunión en la Secretaría, en la parte superior de la sede, todos alrededor de una mesa grande. Estábamos los jugadores discutiendo el tema de los premios y Colón venía de perder la final del ascenso con Unión, ni más ni menos. En un momento se abre la puerta de un golpe y entran tres tipos grandotes y empiezan a tirar unas balas arriba de la mesa. Se levantaron la remera y nos mostraron las armas que tenían. Empezaron a los gritos, “¡¡¡Acá tienen que empezar a ganar!!! ¡¡¡Tienen que salir campeones o los liquidamos a todos!!!”. Por suerte entraron los de seguridad y se los llevaron, pero fue un momento bravo. Te quedás helado. En Banfield también vivimos situaciones complicados. Habían dos tipos bastante desagradables de la hinchada que aparecían en las prácticas con armas. Y pensar que también andábamos bien con Banfield, peleando los primeros puestos. Pero la gente quería ascender, no quería jugar en la B Nacional.

– ¿Les pedían plata aparte de resultados?

– Sí, por ejemplo en Colón no cobrábamos como lo hacen ahora por cajero. Te daban el dinero en la mano y salíamos con el recibo y la plata en el bolsillo. Los hinchas sabían perfectamente cuándo cobrábamos y estaban afuera de la Secretaría. Cada uno que salía tenía que dejar algo para los gastos de esos muchachos.

– ¿Cómo fue el proceso de finalizar la carrera? ¿Se fue asimilando de a poco o resultó traumática?

– Ya lo tenía decidido en el 2000. En cancha de Patronato cuando jugamos y salimos campeones, ya sabía que era mí último año. El tema de la rodilla influyó mucho. Yo tenía ganas de seguir, pero la rodilla me dijo basta, hasta acá llegaste. Sufría mucho. Jugaba el fin de semana y laburaba el resto de los días con un dolor impresionante, sabiendo que tenía que practicar y jugar de vuelta. No podía seguir más. Era muy difícil. Tenía 34 años.

– ¿Qué te acordás del debut con Cultural?

– Fue en el torneo de 1983 cuando ganamos el ascenso. Yo era suplente de Masi Lía (Juan Carlos), uno de los mejores jugadores que he visto. Los veía de afuera y eran unos jugadores impresionantes, tenía muchas ganas de compartir la cancha con ellos. Tenían varios años de trayectoria. Debuté ante Neuquén en cancha de Cultural. Ángel Zapata jugaba de 11 y Nuchi Jacob (Norberto) que era el DT, me llama y me dice: “Vas a entrar por Ángel”. Imaginate, una alegría tremenda. Estaba enloquecido. Tenía nada más que 16 años. Fue mi debut. Habré jugado diez minutos, nada más, pero fue imborrable.

– ¿Te quedó algo en la cabeza de lo que te había dicho el DT? ¿Le hiciste caso?

– Por supuesto, en ese momento uno es fiel a lo que te dice el entrenador, cosa que más tarde no sucedía. Después me decían algo y yo hacía cualquier a otra cosa. Cuando eras chico obedecías. Siempre jugaba bien abierto contra la racha para desbordar y asistir al 9.

– ¿Qué es lo más lindo y lo más feo que te ha tocado vivir dentro del fútbol?

– Lo más lindo es poder vivir de algo que te gusta. Trabajar de algo que llevás adentro con mucha pasión, que te encanta, es formidable. Jugar y vivir de eso es fenomenal. Lo más ingrato sin dudas fueron todas las lesiones que tuve, las que me perjudicaron muchísimo en mi carrera. Estuve a punto de jugar en Primera A y con San Lorenzo, ni más ni menos, y quedar afuera por una lesión, fue lo más feo que viví. Se me cayó todo el mundo a pedazos.

– Los chicos tienen más facilidad de acceder a una prueba en los equipos grandes que antes. Y hay muchos padres que están detrás de su hijo casi presionándolo.

– Es un tema de discusión. Tengo un chico jugando en Cultural y por ahí veo que hay padres que le meten mucha presión al pibe. Yo creo que se equivocan, se equivocan feo. El chico adentro de la cancha va a hacer lo que más le gusta y lo va a tratar de hacer lo mejor posible, pero si le gritás de afuera no le va a salir ninguna porque se pone muy nervioso. Es contraproducente. Los padres tienen que dejarlo que se divierta, que juegue libremente.

– ¿Por qué dejó de ir la gente a la cancha en el fútbol local?

– El domingo precisamente estuve en la cancha de Cultural viendo el partido de Unión. Me sorprendió la cantidad de gente que fue, tanto de Unión como de San Martín. Es convocante el Torneo del Interior. Con respecto a la Liga, hace muchos años que no voy a ver un partido, y se nota lo que decís. No va el hincha. Algo está faltando. Un cambio es necesario. ¿Qué se tiene que hacer? No lo sé. No sé cuál es el verdadero motivo de por qué la gente dejó de ir. Hace muchos años que viene mal la Liga. Veo la decadencia de los clubes, sobre todo los de Paraná. Uno va a jugar a algunas canchas y no podés creer en las condiciones que se encuentran. Están destruidas. Casi no se puede jugar al fútbol. Mirá la cancha de Cultural y Unión acá, están hermosas. Veo que en Paraná se trabaja poco en ese sentido. Se le da poca importancia a la estructura de los clubes, también debe ser poco el dinero que ingresa para destinarlo a ese tema. Veo mucho abandono en el fútbol de la Liga. Distinto es en Crespo, acá veo que se le da más importancia a todo eso. Los clubes de Paraná deberían imitar a lo que se hace en nuestra ciudad.

– También se ve una Primera División en Crespo, conformada con muchos chicos. La generación que tiene 26 ó 27 años casi que no juega. Ante sí se veía más continuidad.

– Es cierto. Hay chicos de 18 años que no quieren jugar más. En mi época también pasaba algo así, la adolescencia es una edad de mucha rebeldía. Algunos pensaban que porque jugaban bien no necesitaban entrenar si total iban a jugar igual pero estaban equivocados. No es por halagar nuestra generación, pero nosotros los más viejos por decirlo así, éramos los que dábamos el ejemplo en Cultural en aquel entonces. En esas noches frías de invierno, íbamos igual a entrenar en vez de quedarnos con la familia en casa. Tenés que entrenar para jugar. Cuatro o cinco prácticas por semana tenés que hacer para pisar una cancha. Habían pibes que no iban, sabían cuándo teníamos la parte física y no iban. Aparecían solamente los jueves cuando hacíamos fútbol. Algunos técnicos los ponían igual porque no habían otros jugadores, entonces se mal acostumbraban. Yo siendo DT soy capaz de entrar con 9 jugadores con tal de no ponerlos por no cumplir. Los chicos deben entrenar a la par de todos.

– Marcame tres momentos inolvidables de tu vida como jugador.

– (Piensa unos segundos) El debut en Colón fue uno. Tenía una expectativa muy grande en ese sentido. Luego de haber hecho la pretemporada en Rafaela tuve esa revancha. Fue uno de los momentos más lindos de mi carrera. Otro que destaco fue el título conseguido en Primera A con Cultural en 1996 y el tercer momento fue cuando fui elegido como Mejor Deportista del Año de Crespo en 1996.

“Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso no me enseñó nadie. Son cosas que uno ya sabe solo”, escribe el fenomenal Fontanarrosa. Cosas que uno ya sabe solo, casi innatas, así fueron las cualidades del Topo Laiker. Un crack de condiciones formidables que por esas cosas del fútbol, le aparecieron numerosos obstáculos. Igualmente aquellos dramas lo llevaron a convertirse en un luchador, lo cual no era innato, sino que lo aprendió mientras recorría su camino. Infló el pecho y afrontó el martirio de un problema que suele deprimir a cualquier futbolista. Dejó su huella en ese camino y se metió en la historia de Cultural y del deporte crespense. Obtuvo dos ascensos y el campeonato de Primera División, además fue elegido como el Mejor Deportista del año. Un ser humano que casi sin pensarlo, puso su nombre en los archivos imborrables de la memoria de quienes lo vieron jugar. Pero también está en los archivos del fútbol grande, de donde ningún marcador de punta lo podrá quitar.

Por Mauricio Jacob