Seguí: Federico Moran y su conmovedora experiencia en Malvinas

Federico Moran vivió el Golpe del 76, el conflicto por el Canal de Beagle y la Guerra de Malvinas

Siendo un adolescente le tocó vivir en carne propia el Golpe de Estado de 1976, luego el conflicto desencadenado con Chile por el Canal de Beagle entre 1977 y 1979 y finalmente la Guerra de Malvinas. El seguiense Federico Moran contó en el programa Tendencia Positiva que se emite por Canal 6 ERTV, su experiencia de vida única.

“Empecé a estudiar a los 17 años en la Marina de Guerra, que antes era la ESMA (Buenos Aires). Al poco tiempo, en 1976 estaba en los barcos, en la Base Naval de Puerto Belgrano (sur de Bs. As.) y de repente sucedió el Golpe de Estado. Los embarcados tuvimos que ir a Capital, fuimos amarrados en Puerto Madero y nos dijeron: ‘Vamos a tomar el poder’. No entendía nada con 17 años. Nos dieron una ametralladora, era de noche y nos ordenaron: ‘Si una persona pasa el alambrado, empiezan a disparar’. ¿Cómo hacía para disparar con semejante ametralladora? Nos quedamos esa noche de guardia y por suerte nadie pasó. Así nos dejaron dos días haciendo guardia con mucho susto. Luego regresamos a Puerto Belgrano y continuamos la vida”, comenzó narrando.

Luego contó: “Nosotros no sabíamos qué era tomar un poder, yo venía de una escuela de Seguí y estábamos muy asustados. De ahí continué la carrera 6 años más, en la ESMA, Puerto Belgrano, Ushuaia… En 1978 se desató el conflicto con Chile por el Canal de Beagle. Era el conflicto por las Islas Picton, Nueva y Lennox que según los chilenos eran de ellos y según los argentinos eran nuestras. Recuerdo que cuando íbamos en barco hacia Ushuaia teníamos que desviar las tres islas y entrar por lado chileno porque no había profundidad, entonces debíamos avisarle a Chile, pero los argentinos no querían saber nada con eso”.

Siguiendo con la historia, mencionó: “Luego me mandaron de vuelta a Ushuaia, 17 días en el frío en una estancia. En esa época yo era buzo y mi trabajo era inspeccionar cascos ya que había probabilidad de guerra con Chile, pero por suerte no lo hice porque hacían 20º bajo cero. Cuidábamos las entradas del Canal de Beagle, porque estaba latente la posibilidad de un conflicto armado. Tenía 19 años, cuatro de la Marina, estaba más preparado”.

Al tiempo Moran retornó a la ESMA en medio del Proceso de Reorganización Nacional. Allí estaba a cargo del mantenimiento del campo de deportes, con 30 soldados a sus órdenes. “En 1981 me di de baja (era Cabo 2°) y espero la libreta de embarque que me la dieron en 1982 durante la Guerra de Malvinas. Como hacía poco que me había anotado, me propusieron un viaje al Sur para llevar militares, bajarlos en Ushuaia o Río Negro. Subimos al barco con toneladas de víveres, ropa, 200 tambores de JP1, cañones, misiles, completo… Salimos por el Río de la Plata y al otro día nos dieron la noticia que no íbamos al Sur sino que íbamos a Malvinas”.

El barco en el que viajaba fue bombardeado, pudo sobrevivir y en la última imagen, junto a otros combatientes en uno de los galpones donde pasaron los días

Continuó mencionando que “a los tres días estábamos en Malvinas, llegamos el 1 de mayo, en el primer ataque de aviones. Arribamos a Puerto Argentino y teníamos que bajar los víveres. A 1.000 metros del muelle los ingleses atacaban y cruzaban por arriba de nosotros. No pudimos desembarcar y salimos de Puerto Argentino y nos metimos en una bahía, no podíamos salir porque andaban las fragatas inglesas alrededor. Entonces fuimos pasando de bahía a bahía, hasta que se calmó y vaciamos el barco. Estuvimos dos días descargando. Pasamos todo a un buque y a las dos horas lo hundieron. Sentimos la explosión, se dio vuelta campana y se salvaron solamente dos personas, mientras que murieron unas 80 personas”.

En este contexto de pesadilla, Moran contó: “Al otro día nos atacaron a nosotros los aviones Sea Harrier en el río Carcarañá, nos empezaron a escupir balas, el barco quedó como un colador desde la chimenea y se empezó a prender fuego. Empezó a meterse agua, bajamos los botes, las balsas, fuimos a la costa y avisamos. Nos rescataron a la noche en un pesquero con tripulantes militares. Me acosté en la cubierta, con una cobija que traía del barco y hacía muchísimo frío. Estaba acostado al lado de un rescatado, él no se movía y al otro día cuando amaneció, me di cuenta que estaba muerto”.

“De ahí fuimos a otro puerto donde había otro barco de guerra, nos arrimamos y amarramos. Recuerdo que esa noche dormimos en un galpón y al otro día empezamos a buscar donde meternos. Había un galpón con ovejas, desparramamos los rollos de pasto que había en el campo para dormir, éramos 40 y el frío se filtraba por abajo, dormíamos todos abrazados por el frío que era insoportable”, rememoró.

“Al tercer día no teníamos para comer. El capitán quiso volver al barco para buscar comida. Estaba escorado, hundiéndose, fue el jefe de máquina a revisarlo, a nosotros nos tocó buscar en las bodegas que ya tenían más de un metro de agua congelada. Comenzamos a descargar víveres, fuimos a la cantina del barco, agarré ginebra, caña, y llevamos comida para unos 20 días”, continuó.

Por último hizo mención a que “cada dos noches nos atacaban las fragatas inglesas, durante el día los aviones. Pudimos comer siempre con frío y cuando nos rescataron estaba por terminar la Guerra. Llegó un buque hospital, nos llevaron de ahí a Santa Cruz y de ahí a Buenos Aires. Luego continué mi carrera en la Marina Mercante”. Apenas unas breves líneas en relación a todo lo que vivió en carne propia, apenas unos párrafos pero que son tan contundentes como crudos para comprender más de cerca lo que padecieron aquellos jóvenes que envueltos en la bandera, fueron al gélido sur ofreciendo su vida. Conmovedor.

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