¿Qué cobraste Coronel?: Un penal y el gol que no fue

Atlético María Grande marcaba ya cierta paternidad sobre su rival de barrio, Litoral. En los duelos mano a mano, durante gran parte de los años 70 el Rojo obtuvo numerosos triunfos, relegando sólo un empate el 21 de agosto de 1977 (fue 0 a 0 de local) y estirando también su supremacía a lo largo de casi toda la década del ’80.

Pero fue en 1988 donde ocurrió algo verdaderamente increíble. Litoral había conformado un plantel meramente local, que llegaría a la final de ese torneo, cayendo frente a Unión Agrarios Cerrito en el tercer y decisivo partido. Era un año que marcada la posibilidad latente de obtener, desde su nacimiento, el primer triunfo frente a Atlético María Grande en forma oficial.

El Blanco fue local por la 6ª fecha del torneo de Paraná Campaña de 1988. El partido estaba 0 a 0 y faltaba muy poco para su culminación. El árbitro del cotejo, según las fuentes un tal Coronel, sobre el epílogo del encuentro cobró un penal a favor de Litoral se acrecentó la oportunidad de quedarse con el primer clásico de su historia.

La Chanchita Barrera se cargó la responsabilidad al hombro de romper el cero y la paternidad de Atlético María Grande. Se paró frente a la pelota sin titubeos y le rompió el arco a Juanchi Rivas. La pelota se clavó en el ángulo derecho del portero visitante. Un penal pateado con mucha fuerza y efectividad. Sin embargo el balón, que había traspasado la línea de meta e impactado con violencia demencial en un soporte de la parte interna del arco defendido por Rivas, rebotó hacia afuera. Inderkumer, defensor de Atlético María Grande, lo tomó con las manos después que picara en la mitad del área. El jugador sujetó la pelota dirigiéndose hacia la mitad de la cancha para reanudar el juego e intentar poner la historia en su lugar. Todos habían visto el gol de Barrera. Todos, menos Coronel, el árbitro.

Fue un pitazo perpetuo el que dejó estupefactos a la totalidad de los presentes. Las hinchadas ni siquiera murmuraban. Rivas se acercó a Coronel, Inderkumer volvió su mirada atrás y le clavó los ojos al árbitro del partido.

– ¡¿Y ahora ¿qué cobraste?!, preguntó Rivas completamente sorprendido.

– Y penal de nuevo, si tu compañero la agarró con la mano, explicó Coronel mientras señalaba a Inderkumer que aún tenía la pelota en su poder.

– ¡¿Cómo penal?! Si fue un gol impresionante, exclamaron todos, hasta el propio Rivas.

Coronel se dio cuenta de su tremendo error pero ya no podía enmendarlo.

– ¡Ahora lo hacés patear de nuevo!, recriminaron los del CAMG.

Así fue. Lo hizo patear nuevamente y rogó por su seguridad que Barrera tenga la misma efectividad que en la primera ejecución. Pero el destino tenía trazado otro camino paralelo aquella tarde, Rivas eligió el otro palo y tapó de forma majestuosa el remate. El pueblo Blanco debió carcomer la polvareda de un nuevo episodio adverso ante el rival de toda la vida.

El portero estiró la paternidad del Rojo por unos meses más. Dejó a Litoral con un sabor amargo, difícil de quitar por muchas décadas y él mismo narró aquella epopeya sumamente curiosa de apenas unas décadas atrás. Una de las tantas historias que vierten a lo largo del recorrido histórico de Paraná Campaña.

Por Luciano Mastaglia

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