Paraná Campaña: A 15 años del clásico que no fue

La historia tuvo un capítulo determinante el 4 de septiembre de 2005. Aquella tarde un equipo se presentó para disputar un encuentro reprogramado tras la suspensión por una bomba de estruendo que cayó en el terreno de juego y afectó a un futbolista. El clásico rival no fue a esta cita oficializada por la Liga de Fútbol de Paraná Campaña al sentirse perjudicado por esta resolución.

Los protagonistas fueron Atlético María Grande y Litoral. Todo comenzó una semana antes, cuando se vieron cara a cara en cancha del Rojo por la penúltima fecha de la fase clasificatoria en la Zona Sur. Ambos elencos peleaban por la clasificación a cuartos de final. Eran animadores del certamen. De hecho, el Blanco alcanzaría luego la final.

Este duelo en particular, con un marco multitudinario y con una expectativa tremenda, apenas duró 15 minutos. ¿Qué sucedió? Una bomba de estruendo lanzada desde la parcialidad de Litoral cayó en cercanías del jugador de Atlético Germán Goró. Como el futbolista quedó aturdido e imposibilitado de seguir jugando, el árbitro Adrián Fonzo dispuso la suspensión del encuentro.

En ese momento Litoral estaba arriba del marcador por 1-0 con gol convertido por Ángel Ortíz.

A partir de esa misma noche, comenzaron a tejerse teorías, llamados, consultas reglamentarias en un clima demasiado tenso entre las partes y también desde los clubes hacia los integrantes de la Liga misma, en función de lo que decidiría el Tribunal.

Pasaron los días y la Liga acudió a la Federación Entrerriana para que resuelva un hierro demasiado caliente. Algo así como tirar la pelota fuera de la cancha, quizás. Desde Atlético fueron a la Justicia por entender que esta no era la manera de resolver el asunto.

“Llamativamente se dio actuación al Cuerpo Disciplinario de la Federación Entrerriana de Fútbol para que resuelva sobre esta cuestión, quien determinó una sanción económica para las dos instituciones y que el partido siguiera a puertas cerradas”.

El Observador, 2005

En la edición Nº 974 de El Observador se dio cuenta de lo resuelto: “En este caso, llamativamente se dio actuación al Cuerpo Disciplinario de la Federación Entrerriana de Fútbol para que resuelva sobre esta cuestión, quien determinó una sanción económica para las dos instituciones (N. de R.: Litoral por responsable de la agresión y Atlético por responsable de la seguridad en su cancha ¿?) y que el partido siguiera a puertas cerradas. Esto debía ocurrir el domingo pasado, pero Atlético desistió de jugar por mostrarse en contra de la decisión que se adoptó.

La entidad Roja se presentó ante la Justicia Civil, entendiendo que el fallo debe salir desde la Liga y que la FEF no es el órgano competente para hacerlo. Si bien no se hizo lugar a la medida cautelar de suspender el juego que debía seguir el pasado fin de semana, una fuente confiable aseguró que seguirán hasta las últimas consecuencias.

Deportivamente ante la no presentación de su rival, Litoral ganó los dos puntos en juego, con lo que accedió directamente a la clasificación. Más allá de su presentación ante la Justicia, Atlético podría sufrir una importante sanción, atendiendo a la gravedad que significa la no presentación de un equipo”.

Vale agregar que Atlético continuó caminos por medio de la Justicia argumentando que la Liga no había actuado correctamente con el bochornoso episodio, pero no encontró el eco esperado y no pudo torcer lo sentenciado por quienes conducían el camino reglamentario del fútbol. Incluso algunos integrantes del Tribunal liguista, renunciaron al cargo en desacuerdo por cómo se había manejado aquel asunto.

SILENCIO DE CANCHA: Aquel domingo destinado para la continuidad del clásico sin público, brindó una escena insólita. Atlético, local, no solamente no se presentó a jugar el encuentro reprogramado por la Liga, sino que tampoco abrió el campo de juego (cerrado con candado), solamente hubo un ingreso abierto en la zona de vestuarios. Por allí ingresaron los árbitros, directivos de la Liga, del Club Litoral, jugadores del Blanco y efectivos de seguridad. Los hombres del visitante, dirigidos por Omar Werner, efectuaron lo que se acostumbra a hacer: se vistieron para un partido y realizaron la entrada en calor.

El tiempo transcurrió y tras la espera correspondiente se labró el acta por parte de la terna arbitral, constatando lo que estaba ocurriendo. Quienes recuerdan aquellos días dan cuenta que fueron días muy tensos entre el presidente liguista Rubén Rezett y algunos directivos del Rojo. Debió pasar bastante tiempo para que algunos volvieran a entablar una charla en buenos términos.

Una fiesta, un clásico, multitud, fútbol, un inadaptado, la bomba, el estruendo, el jugador lesionado, suspensión. Punto seguido, una novela que se siguió fuera de los límites del campo, en los escritorios y una disputa impensada: el equipo agredido vs el órgano que rige el torneo. Un final insólito: la reprogramación, un solo equipo preparado para jugar y entrar a una cancha cerrada que nunca tuvo intención de ser abierta.

Otra historia de las miles que aparecen a lo largo del fútbol chacarero.

Por Mauricio Jacob

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