Maulión: “La violencia en la familia, es un síntoma de la violencia que vive la sociedad”

En poco tiempo Monseñor Mario Maulión (75), quien está al frente de la Arquidiócesis de Paraná, dejará su lugar y pasará a retiro en marzo. Será reemplazado en la actividad por Monseñor Juan Alberto Puiggari, quien realiza su acción pastoral en Mar del Plata. Antes que esto suceda, dialogó con El Observador sobre diversos temas de actualidad. Analizó la pobreza en la provincia, la violencia familiar, el matrimonio igualitario y la posible reducción de la edad de imputabilidad, entre otros aspectos.

– ¿Qué análisis hace de la pobreza en la provincia?

– Cuando se nombran índices es una cuestión de tipo estadístico que marca si ha aumentado o no. Lo más importante es que la pobreza está, no importa tanto el porcentaje que abarque la población ante el hecho de la realidad humana, de quienes están viviendo en esa situación. En ese sentido hacer una apreciación si ha aumentado o disminuido, escapa a lo que yo pudiera ver. Lo que hemos procurado, es trabajar desde Cáritas y en todos los niveles que se pueda, para buscar cómo ayudar a las personas que están en esta condición, a superarla y comprometiéndonos dentro de la Iglesia sobre todo de quienes estamos en la parte dirigencial. Actuamos en pos de construir algo que sirva, no tanto para la ayuda existencial o asistencial, sino en la promoción de la persona humana. Hay que colaborar para que se vayan realizando a sí mismos a través del trabajo y distintos emprendimientos que ha venido haciendo Cáritas. Se debe tomar mayor responsabilidad y esfuerzo para superar estos problemas, no solamente recibiendo una asistencialidad, sino hacer una búsqueda de superación, sea a través del trabajo, mediante los distintos emprendimientos que se han venido haciendo desde diversos sectores de la Arquidiócesis o con el aporte para la solución parcial de las viviendas.

– ¿Le ha acercado al gobernador Urribarri ideas para mejorar esta situación?

– Hemos presentado a través de Cáritas o de la educación, distintas propuestas para hacer. En tales proyectos, encontré por parte de las autoridades gubernamentales un gran interés, una buena acogida y de hecho se han podido hacer varias cosas en este sentido, tales como las que mencionaba anteriormente.

– Se aprobó la ley de matrimonio igualitario y ahora se pretende legalizar el aborto…

– Son dos puntos relevantes y están conexos unos con otros. El tema de matrimonio igualitario, que fue aprobado por ley, plantea una serie de dificultades en lo que hace a la solidez de la familia. Este tema ha procurado resolver la situación de derechos reales o presuntos de los interesados en esto, pero al dársele una característica en la ley a esta unión igualitaria como la de la familia, se está desacreditando la misma entidad de la familia natural. La formada por el papá, la mamá y los hijos. La afirmación y las consecuencias que puede traer más adelante en cuanto a la educación y la convivencia social, están ahí y creo que tienen un gran riesgo en desproteger y debilitar lo que es la entidad básica de la sociedad, es decir la familia.

– ¿Preocupa el número de quienes desean ser sacerdotes?

– El número de jóvenes que están ingresando al Seminario es positivo, pero también es cierto que todo lo que tenemos o que se está haciendo no es suficiente para las necesidades pastorales que posee nuestras Diócesis. Igualmente tengo una gran confianza por lo efectuado en estos últimos años en cuanto a la formación sacerdotal, gracias a Dios y al trabajo que se ha venido haciendo antes que yo viniera aquí, lo que han dado sus frutos. Estos son positivos en comparación con alguna otra zona del país. El año pasado hemos tenido la gracia de poder ordenar 7 sacerdotes, mientras que en el 2009 habían sido dos y en estos últimos tiempos había un promedio de dos o tres por año. No es lo que sería conveniente que tengamos, pero es bueno lo que se está dando.

– ¿De qué manera evalúa la violencia familiar y qué se hace desde la Iglesia para combatirla?

– La violencia familiar es para analizar. La violencia en el seno de la familia, es un síntoma de la violencia que vive la sociedad misma, el enfrentamiento que hay. La familia vive en una cultura violentada dentro de sí misma. Vemos como se descuida la vida, como se tiene una actitud sobre interés ante los demás. Estamos ante un egoísmo fundamentalmente centrado en el interés de ganar, de gozar, de llevar adelante lo que a uno se le ocurra, sin que nos importe quién esté a nuestro lado. Estas cosas se viven y la familia está dentro de ese clima, de tal manera que la realidad social repercute en la familia. Lo que nos corresponde como Iglesia en cuanto a trabajar en esto que es tan delicado como lo es la conciencia de cada persona, es una búsqueda de encontrar un camino de verdadera reconciliación. Hay mucho desencuentro, mucha falta de paz y alegría, se enrarece el clima para vivir y tenemos que trabajar para revertirlo. Ojala que puedan hacerse leyes que conduzcan a la superación de estos desencuentros, pero fundamentalmente las leyes van a tener fuerza si en el corazón de cada hombre, mujer o chico, hay una búsqueda de la paz y que en el fondo, es el encuentro con Dios el cual nos lleva a un encuentro con el hermano en paz, alegría y amor.

– ¿Está de acuerdo con disminuir la edad en la ley de imputabilidad?

– Es un tema que como sociedad lo tenemos que analizar, pero el problema no se resuelve reduciendo la edad de imputabilidad. El problema está en que los hechos ocurren y ante esto, no voy a decir que está bien o mal lo que se ha venido haciendo hasta ahora, pero no ha servido para la mejora por parte de los más chicos. Los menores ingresan al ámbito y al estilo de la violencia. Están aprendiendo desde corta edad de lo que nosotros como adultos brindamos. Reciben a través de los medios de comunicación social y de lo que vive la sociedad, estos mensajes. La lucha que hay para obtener algo se ha venido consolidando en la convicción social de todos y este es el problema, no tanto si el chico es imputable a los 12, 14 ó 16 años. La cuestión es que en el menor se ha metido la violencia como estilo de vida. No se resuelve con leyes duras sino con una verdadera tarea educativa de la sociedad hacia sí misma, a buscar la fuerza en lo que es el bien y eliminar de nuestra conciencia, la violencia para resolver los problemas. Podemos hacer una discusión extensa sobre la imputabilidad, pero el problema no está en la edad, está enraizada en nuestra cultura. En un gran sector de la población, el recurso para obtener algo es la violencia.

– ¿Cómo ve la participación de religiosos en la actividad política?

– Respecto a lo religioso y a la pregunta concreta, no la voy a responder en el ámbito social sino en lo que hace a la propia Iglesia Católica. El religioso, como lo llaman, puede en un determinado momento actuar siempre con la aprobación del propio Obispo. En algunos casos se ha dado, pero siempre existió esa autorización. Ha habido un cuidado grande en que el ejercicio del ministerio sacerdotal no esté confundido con una postura política, por eso quienes fueron autorizados no dejaron de ser sacerdotes pero sí dejaron de tener el ministerio sacerdotal en pleno. El sacerdote es como el Obispo, es el signo o la figura que representa a Jesús el Pastor y Jesús no estuvo ni con unos ni con otros, Jesús estuvo con todos, y de ahí que la acción sacerdotal debe estar liberada de todo lo vinculado a una política partidaria. Vale decir que de ninguna manera algo que le competa al sacerdote, es su acción política partidaria, no porque sea mala sino porque no condice con la posición del sacerdote.

– A poco tiempo de dejar del Arzobispado de Paraná ¿qué ha sido lo positivo en su tarea y que le ha quedado como deuda?

– Lo positivo de mi tarea lo tiene que decir la realidad y el Señor. Lo que puedo señalar es que uno ha querido llevar adelante el Evangelio de Jesús en comunidad con el Santo Padre y con los sacerdotes. Hay muchas cosas que uno querría haber hecho y no lo he logrado, todos esos detalles quedan pendientes para su continuidad. Estoy hablando y lo sigo haciendo con Monseñor Puiggari para proseguir con el trabajo así como lo intenté hacer cuando me tocó suceder al Cardenal Estanislao Karlic.

* Por Mauricio Jacob (redacción El Observador)

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