Mansilla: Le hizo frente a los obstáculos de la vida y hoy sigue adelante

Superar obstáculos que nos presenta la vida a diario, parece ser una constante para todo ser humano. De qué está hecho nuestro camino sino es de desafíos continuos. Eso sí, algunos parecen ser más complicados que otros y por lo tanto mucho más dificultoso resulta eludirlos o enfrentarlos. Sucede en el trabajo, en la escuela, en la familia, entre otros, y desde allí se desprenden variables tales como salud, economía, sentimientos diversos y demás.

MANSILLA 1516 MARITO GODOY 6En ese marco existen retos para los que uno no está preparado; no tuvo una asignatura para entender de qué manera enfrentarlo. En esos casos es cuando aparece el temple del que está hecho cada individuo. La naturaleza o la condición que sirve como una especie de armadura imaginaria, una coraza a su espíritu.

Mario Godoy hoy tiene 35 años, trabaja en la Municipalidad de Mansilla, también integra la Comisión de la Cooperativa de Agua Potable y hasta tiene un pequeño emprendimiento familiar elaborando productos de panificación. Está en pareja, enamorado de su compañera y tiene sus propios sueños. Hasta allí todo normal, quizás nada extraordinario, pero veamos su historia.

“A los 16 años tuve un accidente en Sauce Sur, en el camino que va de Gualeguay a Rosario del Tala. Iba por la calle y me chocó una camioneta, caí arriba del capó y me arrastró. La manejaba un hombre que trabajaba en una plantación de eucaliptus y cortaba madera para postes de luz. Cuando quise levantarme, no pude. Ni siquiera me pude sentar. Un muchacho de apellido Paredes me dio una mano, me cargó en el auto y me llevó hasta el hospital de Mansilla. De ahí me derivaron hasta el ‘San Martín’ de Paraná”, narra con completa naturalidad y simpatía durante la charla con El Observador. “Cuando me vieron tenía rota dos vértebras dorsales (3ª y 5ª) y una lesión de médula. Me hicieron fijación de vértebra y en una cirugía me pusieron cuatro clavos y unas chapitas atravesadas en cada una”, completa quien de ahora en más pasara a llamarse Marito, tal como lo conocen.

El accidente no fue un día cualquiera y su internación resultó ser la primera prueba de fuego: “El choque fue el 24 de diciembre de 1997 y estuve en Paraná hasta el 13 de marzo de 1998. Me dieron el alta y el 26 falleció mi papá”.

Un golpe más fuerte que otro de forma seguida, sin anestesia. Una trompada al mentón en un combate de peso pesados para hacerlo más figurado. De esas que te dejan groggy en el ring.

Allí estaba Marito mostrando su alma ante los escombros que arrojan al camino de uno. Ese “alta” que él manifestaba, fue algo gráfico para indicar que abandonó el hospital, porque recién arrancaba un nuevo periplo rumbo a su recuperación. “Salí sin mover brazos ni manos, después estuve en Mansilla desde marzo hasta junio y me fui a Villaguay donde estuve cuatro meses haciendo rehabilitación. Conocí un doctor quien me preguntó si me animaba a irme a un instituto de rehabilitación a Buenos Aires. No lo dudé, fui y estuve hasta febrero. Luego de las vacaciones (del 20 de diciembre hasta mediados de enero) volví. Fue en marzo y seguí trabajando en el proceso. Me fue bien, dejé de usar los pañales, empecé a manejarme solo en la silla. Cuando llegué usaba un corsé de teflón que me mantenía derecho, me lo sacaron, me enseñaron a sentarme, a moverme, te enseñan a lavar los pisos, a cocinar…”.

Allí andaba Marito, tratando de volver a ser en la medida que lo dejara esa lesión. Inflando el pecho y sin bajar sus ganas de continuar ante los obstáculos que fueran apareciendo. Proveniente de una familia humilde, son seis hermanos, tres varones y tres mujeres. “Terminé la primaria a los 13 años y me puse a trabajar para ayudar en casa. A la secundaria la estoy haciendo en estos momentos. Siempre hay tiempo para seguir aprendiendo”, describe.

El proceso de rehabilitación no fue nada sencillo. Habrá tenido sus altibajos, le habrán pasado miles de preguntas por su cabeza, esas pesadas piedras en su camino lo habrán puesto a prueba día a día. “Actualmente no puede caminar. Me paro todas las tardes y traMANSILLA 1516 MARITO GODOY 5bajo con las paralelas. En el 2012, te cuento, me hicieron otra cirugía. En su momento me realizaron un implante de colágeno porque al estar en las camas de terapia muchos días, me había lastimado la espalda. Me hicieron un implante que aguantaba como máximo 10 ó 12 años y el mismo cuerpo lo empieza a rechazar. En 2011 tuve infección y se me despegó. En 2012 estuve internado en Buenos Aires en el mismo instituto de rehabilitación y me realizaron un trasplante de piel. Estuve 90 días acostado boca abajo. Me sacaron piel del lado del omóplato para ponerme en la herida, así que me hicieron 6 operaciones en 3 meses”, recuerda con claridad en las fechas y en los detalles, y lo narra con serenidad asombrosa.

Allí se lo veía a Marito. Volviendo a nacer, tras un accidente que le cambió la vida. “Si la lesión hubiese sido 22mm más arriba, quedaba sin movimiento. Nada de nada. Cuando me dieron el alta en Paraná, me sentía mal porque tenía muchas lastimaduras por el colchón, estaba muy flaquito, no comía nada. Cuando fui a Villaguay que empecé a hacer una rehabilitación, comencé a mover la mano y a comer solo porque hasta ahí era difícil el tener que estar acostado, que te den de comer, te den agua, que te muevan la cabeza, que te rasquen…, se complicaba y había que ponerle fuerza de voluntad”.

Fuerza de voluntad: La frase quizás más importante de toda su narración, fundamental para no entregarse al abismo depresivo. La solución tampoco es sencilla. “Podría volver a caminar haciendo un trasplante para que cambien el nervio que se cortó. Es el que se encarga del movimiento de las piernas. En el lugar donde te hacen la cirugía no te dan garantías de salir bien, cuando estuve en Buenos Aires había un paciente que fue a Cuba a operarse. Cuando volvió movía las piernas, pero le habían afectado el movimiento de las manos”.

Allí está Marito, con todas las ganas encarando su emprendimiento de productos caseros. Con energía positiva en sus expresiones. “Fue complicado pero tuve el apoyo de mucha gente, amigos, la familia, ahora hace tres años que estoy en pareja y los dos trabajamos en nuestro pequeño negocio. Si todo sale bien, en estos días quizás podamos terminar un local para vender los productos”.

Con la cordialidad de siempre atiende en la mesa de entrada de la Municipalidad, donde está desde el 13 de mayo de 2013. “Migueles (Omar, el intendente) se portó muy bien. Cuando vine de Buenos Aires le pedí trabajo y me dijo que cuando me recuperara lo suficiente, volviera a verlo así que le estoy agradecido por la posibilidad”, resalta.

Esta es la historia de Marito, quien además debió despedir a su madre hace un año y cuatro meses, quien además estudió en Rosario del Tala artes visuales, quien también trabajó en un taller de chapa y pintura, el mismo que tiene los sueños de cualquier familia, el que ama profundamente a Silvia, “una gran mujer y compañera”, resalta, y quien desea continuar creciendo. Sencillamente una historia de un ser humano ante quien uno debe sacarse el sombrero, aunque él jamás lo permitirá, en su voz desprende humildad y la humildad es la principal virtud que lleva a hacer grandes a las personas más sencillas.

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