“Mal de Parkinson”: Una enfermedad sin cura que se puede controlar

El “Mal de Parkinson”, es un trastorno neurodegenerativo crónico que conduce con el tiempo, a una incapacidad progresiva, produciendo la destrucción, por causas que todavía se desconocen, de las neuronas pigmentadas de la denominada “sustancia negra” del cerebro. También desencadena alteraciones en la función cognitiva, en la expresión de las emociones y en la función autónoma.

Desde 1997, la Organización Mundial de la Salud estableció el 11 de abril como el “Día Mundial del Parkinson”, para generar conciencia sobre este mal, por lo que en esta provincia y otras partes del país, se realizaron actividades para hacer conocer más sobre esta enfermedad que afecta tanto al sexo masculino como al femenino, siendo frecuente que aparezca a partir de los 60 años. Cada vez existen más y mejores tratamientos para abordar la enfermedad. Un “marcapasos” que se coloca en el cerebro y mejora los movimientos involuntarios, fármacos más efectivos, terapias alternativas y cientos de investigaciones que buscan mejorar la calidad de vida y encontrar una cura es el escenario que encuentran hoy quienes padecen “Mal de Parkinson”.

El neurocirujano Fabián Piedimonte, de la Fundación CENIT, entidad donde se trabaja en la investigación en neurociencias, expresó que “ser diagnosticado con Parkinson es muy diferente a lo que sucedía hace 50, incluso 10 años atrás. Si bien algunas terapias como la ‘Estimulación Cerebral Profunda’ existen desde 1987, las características de los dispositivos actuales eran impensadas”. El especialista explicó que la ECP, es una cirugía en la que se introduce una especie de electrodos en el cerebro para regular su actividad: “Cuando comenzamos a realizar ese tratamiento, los electrodos tenían un sólo punto de estimulación y lo único que podíamos hacer era ‘prenderlos o apagarlos’. Hoy tienen cuatro puntos de contacto y las combinaciones que se pueden hacer son infinitas, porque podemos activar uno, dos, los cuatro, cambiar la polaridad, el voltaje y demás”, detalló.

Según las estadísticas, de los casi 100.000 afectados con esta enfermedad en Argentina, alrededor de 30.000 pacientes no responden adecuadamente al tratamiento farmacológico y podrían beneficiarse con los resultados de esa cirugía, que se realiza desde hace más de una década en el país, tanto en el sector público como en el privado de varias provincias.

“Existen estrictos criterios para la inclusión de un paciente en ese tipo de tratamiento: el primero es que debe tener una mejoría al menos del 30 por ciento de sus síntomas al recibir la medicación. Lo que le sucede a estos pacientes es que tienen un control del síntoma cuando son medicados, pero sólo 25 ó 30 minutos, entonces el objetivo de la cirugía es que ese efecto se prolongue en el tiempo”, sostuvo Piedimonte.

“Además, tiene que tener un diagnóstico de Parkinson, porque el tratamiento no está probado en otro tipo de cuadros. Tampoco se recomienda para pacientes mayores de 80 años, aunque hemos operado a personas de 84 si su estado clínico es bueno”, agregó.

El médico agregó que “no sólo mejoró el dispositivo, sino que la cirugía se volvió mucho menos riesgosa, debido a que las imágenes de las resonancias son más claras y permiten colocar el dispositivo en áreas que no están vascularizadas, reduciendo el riesgo de hemorragia, que estadísticamente es menor al 1%”.

Según cifras del Ministerio de Salud de la Nación, entre el 1% y el 1,5% de la población de argentina con más de 65 años padece esa patología, con una incidencia de dos afectados por 1.000 en la población general. Representa el segundo trastorno neurodegenerativo por su frecuencia, situándose por detrás de la enfermedad de Alzheimer.

Especialistas aseguran que el número de personas menores de 50 años con Parkinson está en aumento su intención y eso se debe a varios factores, entre ellos la mejoría en los exámenes clínicos, un mayor conocimiento de los síntomas iniciales y una identificación de potenciales poblaciones en riesgo. Hoy se reconoce que además de los síntomas motores como rigidez, lentitud en los movimientos y/o temblor, las personas afectadas por la enfermedad pueden presentar manifestaciones como alteraciones en el sueño, humor, olfato, cognición, el tracto digestivo y urinario, entre otras y podrían presentarse incluso muchos años antes de la aparición de los síntomas motores, que aún continúan siendo los de mayor relevancia al momento del diagnóstico.

Pero más allá de las mejoras en el conocimiento y diagnóstico de la enfermedad, se destacan “los avances en los tratamientos para controlar los síntomas y la existencia de casi 2.000 investigaciones en el mundo que cubren diferentes aspectos de la patología, incluso algunos que están en busca de la cura”.

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