La Fraternidad “Abba Padre” se instaló en Paraná

La Fraternidad Monástica “Abba Padre” surgió por inspiración del Espíritu Santo en 1996 y fue fundada por la Madre Hilda María Magdalena Hergenreder, nacida en Aldea Santa María. Comenzó a funcionar en Los Cocos, Sierras de Córdoba, y en ese entonces la comunidad estaba formada por tres hermanas. Luego con el paso de los años, esta obra de Dios fue creciendo y hoy ya son 22 monjas que viven este carisma que el Padre les ha confiado.

aldea santa maria Madre HildaEl 27 de noviembre de 2015 comenzó una nueva presencia de la Fraternidad Monástica “Abba Padre” en la Arquidiócesis de Paraná. La Eucaristía en la que se dio inicio a esta nueva presencia, fue presidida por Monseñor Juan Alberto Puiggari y concelebrada por varios sacerdotes,  en la Parroquia “Sagrado Corazón de Jesús”. En la misma, también estuvieron los seminaristas, la vida consagrada, familias y laicos cercanos a la fraternidad. Después de la Eucaristía, se compartió un ágape en el salón parroquial.

En la capital provincial, el nuevo monasterio está ubicado en calle Fraternidad y López Jordán, en la zona denominada “Lomas del Seminario”. Actualmente esta comunidad está formada por seis monjas, dependiendo del Monasterio “Abba Padre” situado en Los Cocos, Córdoba, Diócesis de Cruz del Eje.

aldea santa maria Fraternidad Monástica Abba PadreLa Madre Hilda María Magdalena Hergenreder, priora del monasterio, pronunció estas palabras luego de la celebración Eucarística: “Llegó el día tan esperado para nuestra Fraternidad. Hoy comienza oficialmente y con la bendición de nuestra Madre Iglesia, una nueva comunidad filial del Abba Padre. ¡Cuánta gratitud hay en mi corazón y en el corazón de cada una de las monjas! Dios tiene sus caminos, sus tiempos, sus modos… pero nunca deja de realizar su obra. Sí, somos la obra de sus manos, somos lo que el Padre ha querido que fuéramos: sus “hijas”, para que también desde este rincón de nuestra querida Arquidiócesis de Paraná, pudiéramos pronunciar incesantemente su nombre: ¡Abba!, ¡Abba nuestro! Sabemos que nuestras vidas, como vasijas de barro, llevan un gran tesoro: el tesoro del Hijo y el tesoro de este carisma que nos ha sido dado por el Padre para custodiar, pero no para ser guardado (como dice la Palabra) ‘debajo de un celemín’. Cuando Jesús decía Abbá contemplaba en cada hombre una impronta de su ser, un hijo de Dios, y se sentía urgido a revelárselo, a hacerle entrar en comunión de amor filial con Él. Cuando Jesús decía Abbá pensaba en el Reino, en ese gran proyecto de una nueva humanidad ideada y actuada desde la paternidad de Dios y la fraternidad universal. Sin el Abbá sería un caminar sin rumbo, una vida en orfandad. Sí, el Abbá es la causa de nuestra alegría. Él es el rostro que merece ser infinitamente contemplado y que explica las horas gratuitas pasadas en su presencia. Entonces, ¿cuál es la misión de una monja del Abbá, Padre? Ser testigos del Abbá, de su amor misericordioso, de su fuerza liberadora, de su belleza fascinante. Como Fraternidad, estamos firmemente convencidas de que esta obra es suya, que es puro don del Padre y por eso sentimos tanta gratitud. ¡Cuánto camino recorrido! ¡Cuánta vida nueva ha surgido de la cruz! ¡Cuántas gracias! ¡Cuánto don! Pero también como Fraternidad, tenemos la certeza de que como todo don, debemos compartirlo y entregarlo a los hermanos; a los que están cerca y a los que están lejos. ¡A todos!”.

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