Jugarás en Primera: La historia de Tato Céparo y su paso por Rosario Central

Uno de los goleadores más notables de Paraná Campaña recorre su experiencia en el Canalla. “Empujé la puerta, pero no se abrió”, confesó

Cuentan quienes lo vieron de pibe que tenía una habilidad prácticamente innata, de chico ya hacía diferencias y rápidamente llamó la atención de los lugareños expertos. Rolando Céparo o sencillamente Tato, nació el 27 de junio de 1970 y desde entonces tuvo una vida en la que convivió con el gol.

A los 13 años jugó en la Tercera de Unión Agrarios Cerrito, tiempos en que no había escuelita o inferiores. Su calidad para moverse por todo el frente de ataque y su enorme capacidad goleadora, le abrieron las puertas para que debutara en Primera. Tenía 16 años y en su temporada debut en Paraná Campaña, se convirtió en el goleador con 15 gritos. Toda una premonición de lo que sería su carrera.

En una atrapante charla con El Observador nos detuvimos en un segmento de su trayectoria, un segmento fundamental: Rosario Central, de 1987 a 1993. Hasta ese mundo desconocido se fue siendo un adolescente, se hizo fuerte y fue construyendo su jerarquía futbolística. Una inesperada y grave lesión hizo torcer el rumbo de la historia, lo debió hacer convencido que sus condiciones estaban aprobando el examen de jugar en el fútbol grande.

– ¿Cómo llegaste a Rosario Central?

– Primero Osvaldo Diez, ex jugador de San Lorenzo, me había visto y quiso que fuera a probarme pero mi vieja (Teresita) no quiso porque tenía que terminar la secundaria. Al año siguiente, los hermanos Norberto y Hugo Herlein de Cerrito conocían al hermano del Patón Bauza (histórico de Central) que tenía campo en Crespo. Le comentaron de mí, me vinieron a ver y luego me fui a probar a Rosario. Fui en 1987, estaba también el Flaco José Antonio Chamot de Concepción del Uruguay que se probó el mismo día. Convencí porque hice dos goles y me dijeron que volviera a la semana siguiente. Hice otra prueba y me dijeron: “Céparo, usted va a la otra cancha”. No entendía nada. De ahí en más Aurelio Pascuttini, me llevó a entrenar con los jugadores del club donde compartí la ofensiva con Juan Antonio Pizzi y Pedro Uliambre de quien me hice muy amigo. También estaban David Bisconti, el Pato Abbondanzieri, entre otros. Al tiempo me volvieron a llamar para quedarme en la pensión.

– ¿Fue jodido ir de un pueblo a Rosario?

– El desarraigo es muy difícil para todos, más a esa edad y uno viniendo de un pueblo donde conocés a todo el mundo. Llegás a Rosario que es pffff… otro mundo. Fue complicadísimo. A los pocos días me quise volver, lo tenía decidido, no aguantaba. Imaginate que además yo pasaba de un entrenamiento “tranquilo” como en Paraná Campaña a rutinas diarias, mucho físico y todo eso más la distancia, me sacaron las ganas de seguir. Hice el bolso y la señora de la pensión me preguntó: -¿A dónde va Céparo? -Me voy, No quiero estar más acá, le dije. Lo llamo a Pascuttini que era el encargado de la pensión y nos pusimos a hablar. Fue una charla fuerte en un momento y terminé quedándome, pero no fue fácil esa primera etapa.

Tenía 17 años cuando pasó al Canalla después de romperla en Unión Agrarios Cerrito. En la foto, posando en cancha de Huracán.

– ¿Te podías comunicar con tu gente?

– Muy poco, no es como ahora con todo instantáneo. En mi casa no había teléfono fijo, entonces llamaba a un bar a una cuadra de casa, el de Don Baso, quien aún vive con 93 años. Le decía quién era, entonces buscaban a mi vieja, yo cortaba y volvía a llamar en 5 minutos mientras esperaba que ella llegara. Así era el contacto que yo tenía con mi familia.

– Fuiste saltando etapas.

– Al principio compartía equipo con el Flaco Chamot, Tito Bonano (Roberto), Alberto Boggio y muchos otros. Jugaba en Cuarta Común en Liga Rosarina, después jugué en Cuarta Especial y Primera local, de ahí ya nos llevaban a Reserva. Antes no era como ahora que juega otro día distinto a Primera. Antes la Reserva jugaba el partido previo de Primera y era una hermosa sensación porque de a poco veías como la cancha se iba llenando y comenzaba el aliento y ese ambiente único.

– Sensaciones que se viven solamente ahí.

– Sí, porque había gente que iba a ver la Reserva y después se sumaban todos. En Boca jugaba Pogany, había veces que lo hacía Hrabina, el Turco Mohamed, Gabriel Amato o la Rata Rodríguez; en River estaban en su momento Cocca, Pepe Castro, Lavallén… era época de muy buenos jugadores que después rindieron bien en Primera. En Reserva recuerdo un partido en cancha de Boca, íbamos ganando 2-0 y la cancha comenzó a llenarse, cada vez más hasta que a lo último no entraba más nadie y era una presión impresionante. Nos ganaron sobre el final 3-2 , el empuje de la gente tuvo mucho que ver. También me impresionó mucho la cancha de Racing, cuando salimos que estaba vacía, era como un pozo inmenso, muy inmenso. Cuando vivís esas cosas por primera vez, te quedan marcadas.

– Tuviste una buena racha con el arco.

– Estuve tres años en inferiores en los que en una temporada terminé goleador cuando jugaba de 9 neto. Con 19 años integré la Reserva y con 20 firmé el primer contrato y pase al plantel profesional integrado por 40 jugadores ya que habían subido a varios, recuerdo que hicimos pretemporada en La Cumbre, Córdoba. Estuve así un año y medio hasta que se me terminaba el contrato, fueron pasando los dts como don Ángel Tulio Zof, después el Cai Aimar (Carlos) y recayó en Eduardo Solari la decisión de si quedaba o no. Con él hice la pretemporada, jugué partidos en Reserva y anduve bien, le hice tres goles a San Lorenzo, dos a Unión, uno a Boca… pero se vencía el contrato.

– ¿Qué pasó?

– Cuando fui de suplente de Primera contra Deportivo Español, antes de dar la charla, Eduardo nos juntó y nos dijo que de los 16 jugadores que estábamos ahí a 15 le iba a llegar la renovación del contrato. Entonces todos nos miramos. Después siguió diciendo que al único que no le iba a llegar era a Gustavo Onaindia porque pertenecía a Talleres de Córdoba. Recuerdo que yo estaba en el medio de Pedro Uliambre y el Chelo Delgado y los dos me miraban sonriendo, ahí me pasaron muchas cosas por la cabeza.

– Fue un alivio…

– Fue muy raro. Lógicamente que tenía una alegría enorme, pero a su vez me ponía triste porque no iba a estar más con el grupo que venía compartiendo muchas cosas donde estaban mis amigos. En el colectivo de vuelta de Buenos Aires, me agarraron Falaschi y Ubeda y me cagaron a pedo por ese tema. Me dijeron que tenía que pensar en mí, que los demás iban a seguir siendo amigos y que aprovechara esa posibilidad.

Cancha de Boca. Arriba: Claudio Carnevali, Carlos Gastaldi, Oscar Ferrari, Maximiliano Cuberas, Adrián Daniele y Roberto Bonano. Abajo: Cristian Daniele, Céparo, Gustavo López, Fabio Seisas y Rodolfo Tapita García.

– ¿Tu debut fue ante Español?

– En Primera estuve en tres partidos en el banco: con Deportivo Español, Talleres de Córdoba y Mandiyú de Corrientes. Entré contra Español. Uno sentía muchos nervios en ese momento, ya desde cuando entraba en calor.

– ¿Qué te pasó en la rodilla?

– Después de Eduardo Solari vino el Cai Aimar, fuimos de pretemporada, andaba muy bien y dos días antes de jugar contra River me lesioné. Me rompí los ligamentos de la rodilla izquierda. En un entrenamiento con pelota, choqué con Tito Bonano, pensé que había sido un golpe pero me dolía mucho. Al otro día entrené igual con dolor, el viernes hicimos fútbol y no quería dejar para llegar al domingo. Cuando salté a cabecear, caí con la pierna que me dolía y cuando aflojé se me fue la rodilla para un costado. Me destrocé los ligamentos. Hoy de lo único que me arrepiento es de no haber dejado una semana o 15 días para que se me pasara ese dolor y haberlo tratado a tiempo. Estuve seis meses parado.

– ¿Se te vino el mundo abajo?

– Fue un golpe muy duro, pero como siempre digo, empujé la puerta pero no se abrió. Estaba casi adentro y me la cerraron, no porque no era buen jugador sino porque no podía entrar. Esa lesión me quitó la posibilidad. Durante la recuperación despidieron a Cai Aimar y llegó Vicente Cantatore. Volví de la lesión y pasé a préstamo al Everton de Chile. En realidad estuve dos meses, el técnico me quería pero tenía que estar tres meses más sin jugar porque tenían tres extranjeros, dos argentinos y un brasilero. Me volví a Central porque el contrato era año por año, jugué en Reserva y tuvieron que hacer la lista para renovación de contrato y me dejaron libre.

– ¿Le reprochaste a Cantatore cuando no te renovó?

– No porque no me vio ni jugar. Hice tres o cuatro partidos en Rosario y nada más. Hoy por hoy de lo que me arrepiento es no haber parado esos 15 días tras el golpe en la rodilla… pero así es el destino.

En Ferro. Arriba: Alejandro Fernández, Buljubasich, Carlos Gastaldi, Guillermo Gutiérrez, Maximiliano Cuberas y Marcelo Trivisonno. Abajo: Tocaimasa, Céparo, Nazabal, Fabio Seisas y Hugo Galloni.

– ¿Qué grandes amigos te quedaron de Central?

– Tenemos un grupo de WhatsApp entre algunos y seguimos en contacto. El tema de la pandemia nos alejó la posibilidad de juntarnos. El Flaco Chamot es uno de ellos, por ejemplo. El año pasado visité la Ciudad Deportiva de Central y estaban mis amigos dirigiendo, fue una alegría enorme volver a verlos. Es lo más grato que te deja el fútbol, pasan los años y seguís teniendo amistades y gente conocida por todos lados, eso te hace sentir muy bien.

– ¿Con quién mejor te entendiste en Central dentro de la cancha?

– Con Claudio Carnevali. Con él había jugado en la Cuarta, en su momento había dos Cuartas, Común y una Especial. Nosotros veníamos de la Común y nos entendíamos porque él jugaba por las dos puntas y yo me paraba más de 9.

– ¿Qué jugadores y DT te dejaron enseñanzas imborrables?

– Como jugador, el Mono (Adrián) Daniele me enseñó mucho, un tipo muy correcto. Después de jugar estuvo trabajando con las inferiores y en la Liga San Martín. Después quien me enseñó de la vida fue Leonardo Madelón. Me acuerdo cuando tuve el primer contrato que no era mucha plata, nos alquilaban un departamento y los profesionales teníamos doble turno, entonces llegaba a las 12.00 y te ibas enseguida, no tenías mucho tiempo. El que me llevaba en el auto siempre era Madelón, y un día me preguntó: “Flaco ¿estás comiendo bien?” Y… yo estaba con otro muchacho y lo único que queríamos cuando volvíamos de entrenar, era descansar y nos hacíamos un arroz, algo rápido. “A partir de mañana vas a mi casa a comer”, me dijo. Llegué al departamento de Leo que vivía con su esposa y dos hijas y en la mesa había cinco platos. Él ya le había dicho a la mujer y estaba todo preparado. Se turnaba con el Pampa Gambier (Miguel Ángel) que estuvo en 1991/92, entre ellos dos nos llevaban a mí y al compañero que estaba conmigo en el departamento. Esas enseñanzas te quedan para siempre. Fui casi un mes y después me hice conocido de ellos y cada tanto iba a visitarlos. Ahora de los DTs, me dejó grandes aprendizajes Eduardo Solari. Lo que se implementa ahora en cuanto al trabajo con pelota, él ya lo hacía 20 años atrás. Con Solari jugué en Primera.

– ¿Cómo te veían en Cerrito a la distancia? Eras un jugador de la ciudad que estaba en el profesionalismo.

– Cuando venía la gente me paraba y me preguntaba cómo me iba, qué hacía, dónde jugaba y demás. Uno mayormente quería venir a descansar, pero se daba así, esas charlas, sobre todo porque no existían las redes sociales y los medios de ahora que te facilitan todo.

– De los defensores rivales, ¿quiénes fueron los más duros?

– Enrique Hrabina en Boca, en su momento Fernando Gamboa de Newell’s. También recuerdo a Carlos Moya de Boca porque en un partido me mató, hubo una jugada donde me fue con todo y me liquidó, tuve que salir de la cancha. Otro muy bueno era el Pelado Gerardo Meijide de Independiente, en Unión estaba Hernán Solari, El Indio. Ese era bravo.

– En esa época se la tenían que bancar. Ahora simulan demasiado.

– Una vez me dijo Eduardo Solari: “Te tirás al piso y si hacés entrar a los ayudantes, te pido el cambio. Si vos no tenés nada, levantate y seguí”. Cuando te pegaban si no tenías nada, te levantabas y seguías. Una vez me quedé en el piso y me cambió, era cierto. No era verso lo que decía y no me pasó solo a mí.

– Como delantero también debías estar preparado para esos choques.

– En Central te enseñaban mucho a poner el cuerpo, a cubrir la pelota. Era una de las virtudes que tenía, cubrir bien la pelota. El delantero siempre lleva las de perder, pero cuando te hacés respetar y usas los codos, no con mala intención, sino para cuidar tu espacio y cubrirte, es el defensor el que tenía que bancársela. Central se caracterizó siempre por los delanteros que cubrían bien la pelota y era difícil de sacársela.

– ¿Cuál el peor momento deportivo que te tocó vivir?

– La lesión fue algo inesperado. En su momento quería tirar todo porque me operaron y tuve una larga recuperación. Me acobijó mucho la familia Carnevali que me llevó a la casa y estuve viviendo con ellos.

– ¿Y el momento más feliz?

– Jugar en Primera. Hacerle tres goles a San Lorenzo en Reserva, estar jugando en cancha de Boca, de River, de los más grandes… Son vivencias inolvidables. Pero el momento más emocionante que viví, sin dudas, fue contra Unión en Santa Fe, pero no por el juego sino por lo que sentí. Llevaba mucho tiempo sin poder venir a Cerrito y aquel día, al llegar a la cancha de Unión y bajar del colectivo, vi a mi viejo (Peyisa) en la puerta…y ahí me emocioné, se me cayó todo. Lo cuento y todavía se me pone la piel de gallina. Sabía que iban a verme con mi hermano Cachi, pero no que me iban a esperar ahí. Nos dimos un abrazo muy fuerte, se nos caían las lágrimas de la emoción. Fue inolvidable.

SU CAMINO: En su extensa trayectoria aparecen numerosos equipos: Unión Agrarios Cerrito en varias ocasiones, allí surgió, jugó el Torneo Provincial de 1993, retornó en 1999, fue DT y jugador en varias temporadas y como tal consiguió el título de Paraná Campaña en el 2004. Con esos colores colgó los botines en el 2007. Después de su paso por Rosario Central (1987/93), aparecieron Campaña de Carcarañá, Los Andes de Ramallo, Argentino de Las Parejas, Alte. Brown de Arrecifes (Argentino A), Ben Hur de Rafaela, Cremería de Carcarañá, Universitario de Libertador San Martín (refuerzo para las finales de 1999) y Cañada Rosquín de la Liga San Martín.

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Por Mauricio Jacob
Desde Crespo
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