INTA Paraná: Estudian cuánto suelo se pierde por escurrimiento

Entre Ríos posee una amplia red hidrográfica en todo su espacio territorial. La combinación de clima y relieve que posee la provincia, sumado a las características naturales de baja capacidad de infiltración de sus suelos y la topografía ondulada, predisponen a que más del 50% de la superficie esté expuesta a procesos de degradación por erosión hídrica. Por esto, desde hace 50 años funcionan las parcelas de escorrentías, un dispositivo diseñado para medir cuál es la relación entre la intensificación de las secuencias de cultivos, la estructura del suelo y las pérdidas de agua por escurrimiento.

“En las últimas décadas, los cambios en el uso de los suelos y la simplificación de las secuencias de cultivos en la región condicionaron su capacidad reguladora. Además, los procesos de degradación amenazan la calidad de las aguas debido a las pérdidas de suelo por erosión y al arrastre de agroquímicos. Estos procesos tienen un efecto directo sobre la rentabilidad de los establecimientos agropecuarios y la calidad del ambiente”, señaló Carolina Sasal, especialista gestión ambiental del INTA Paraná.

UN ÍCONO DE LA CONSERVACIÓN

Las parcelas de escorrentía del INTA Paraná constituyen un ícono de la conservación de suelos en Argentina. Fueron construidas en 1970, en el marco de un convenio con la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), con el objetivo de generar información para aplicar la Ecuación Universal de Pérdida de Suelo y controlar la erosión hídrica.

“En los últimos años, vimos una creciente preocupación en torno a la actividad agrícola y sus impactos ambientales. En este contexto, los estudios sobre las pérdidas de agua, nutrientes y agroquímicos hacia otros sistemas, como cursos de agua superficial, napas freáticas y embalses, son crecientes”, indicó Sasal, quien manifestó que, si bien el uso de insumos en la agricultura se orienta a mejorar la productividad de los cultivos, su transporte hacia otros compartimentos ambientales puede generar efectos no deseados tales como eutrofización, pérdida de biodiversidad en ecosistemas acuáticos y contaminación de aguas superficiales y subterráneas.

“Por esto, el análisis de los efectos de las rotaciones de cultivos sobre la dinámica del agua, nutrientes y agroquímicos y su posible impacto sobre ambientes circundantes son en la actualidad de suma relevancia”.

“El monocultivo de soja pierde aproximadamente 50% más de agua por escurrimiento al año, en comparación con la rotación maíz-trigo/soja”, ejemplificó Sasal quien añadió: “Independientemente de las posibilidades de captación de agua que tiene el cultivo, su continuidad imprime características físicas al suelo que favorecen el escurrimiento. Particularmente, la limitada exploración de raíces en el perfil de suelo y el bajo aporte de residuos sobre la superficie determina la formación de estructuras de suelo desfavorables para la infiltración de agua”.

CÓMO FUNCIONAN LAS PARCELAS DE ESCORRENTÍA

A mediados de la década del ‘60, algunas Estaciones Experimentales del INTA comenzaron a estudiar la erosión hídrica en parcelas de campo. Con esa inquietud, en 1971, la de Paraná construyó las primeras parcelas para la medición de escurrimiento y pérdidas de suelo. “El dispositivo experimental está conformado por 15 parcelas de 100 metros cuadrados que permiten el control de los ingresos de agua de las lluvias, la medición de los excedentes hídricos por escurrimiento y el desplazamiento de sedimentos”, explicó Sasal y agregó: “Las parcelas miden cuatro metros de frente y 25 de largo con una pendiente natural de 3,5 %. Fueron construidas con bordes laterales de mampostería y con la pared de fondo desmontable para facilitar el ingreso de las maquinarias. Cada una posee un embudo con tubo colector que desemboca en dos piletas receptoras de escurrimientos”.

“Después de cada lluvia que genera escurrimiento, se verifica el volumen de agua escurrido en las piletas colectoras en cada parcela, midiendo la altura de agua en cada pileta. Se toman muestras para filtrar en laboratorio y analizar características del agua desplazada, así como cantidad de sedimentos. Se analiza la relación escurrimiento/lluvia en función de las diferentes secuencias o momentos del ciclo de los cultivos. Así, se establece el porcentaje de lluvia que ingresa al suelo o precipitación efectiva. También, se realizan periódicamente muestreos de suelos, rendimiento y producción de biomasa de los cultivos, entre otras mediciones”, detalló Sasal.

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