Instan a que más productores opten por el riego artificial para asegurar buenos rindes

La agricultura con riego complementario permite producir en zonas que, de otro modo, serían prácticamente improductivas a nivel mundial. En Argentina en tanto, hay 2.000.000 de hectáreas bajo riego destinadas a producciones intensivas y extensivas.

Aquiles Salinas, especialista en riego suplementario del INTA, expresó que “esta superficie podría duplicarse, según el objetivo de la primera etapa del ‘Plan Nacional de Riego’ o triplicarse si se realizaran algunas obras de infraestructura y se aplicaran con mayor énfasis estrategias eficientes de manejo”.

“En el país, la mayor parte de la producción agropecuaria se desarrolla en ambientes subhúmedos o semiáridos, donde la escasez de las precipitaciones y su inadecuada distribución son los principales factores que limitan la producción o generan una importante variabilidad interanual en los rendimientos”, agregó.

Por su parte, Daniel Prieto, coordinador del Programa Nacional de Agua del INTA, sostuvo que “la agricultura bajo riego, a escala mundial, jugará un rol cada vez más importante en la producción de alimentos”, mientras que Juan Cruz Molina, director del Centro Regional Córdoba del mismo Instituto, remarcó que el primer impacto positivo de utilizar riego en los sistemas de producción, “es aumentar la productividad por unidad de superficie”. De esta manera, “es posible transformar así una de las limitantes del rendimiento, como lo es el agua y cumplir con uno de los aspectos de la sostenibilidad”. Destacó que otro impacto técnico-productivo logrado a partir de la adopción de tecnología de riego “está vinculado con la posibilidad de achicar las brechas de rendimiento, entre los rendimientos potenciales y los logrados. Los cultivos con tecnología de riego disminuyen ese diferencial respecto de los cultivos en secano y ofrecen una certeza en términos de productividad, al tiempo que permiten minimizar los riesgos”.

Basado en más de dos décadas de registros, un ensayo del INTA Manfredi demuestra que el trigo, maíz y soja bajo riego, aumentan los rendimientos en un 100%, 50% y 30%, respectivamente, en relación con los obtenidos en secano con manejo adecuado.

 

Ganancia productiva 

 

En las 2.000.000 de hectáreas irrigadas en Argentina, se practican 2 sistemas. En ambientes áridos y semiáridos de Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Salta, Santiago del Estero y parte de Patagonia, se realiza el riego total, cuya infraestructura de captación, conducción y distribución fue construida por el estado nacional y provincial. Por su parte, en la región Pampeana, se utiliza riego suplementario por perforaciones y aspersión como asistencia en producción extensiva de granos –maíz, soja y trigo, principalmente–, con un promedio de entre 200 y 250 mm de agua aplicados por año.

El riego suplementario también se utiliza en cultivos forrajeros como maíz para silaje, verdeos de invierno y alfalfa y en los últimos años, creció la superficie irrigada de garbanzo, arveja y cebada cervecera. A escala regional, es empleado en producciones de caña de azúcar, vid, olivos, algodón y arroz.

 

Creciente tecnología  

 

En cuanto a tecnología adoptada, en el 70% de los casos es por gravitacional por inundación o surco –una tecnología que nació hace más de 5.000 años en el Antiguo Egipto–; el 21% por aspersión –implementado, principalmente, con sistemas de riego presurizados como pivote central, avance frontal y cañón regador– y el 9 % localizado, por goteo y microaspersión.

Previo al uso de cualquier tecnología, Salinas recomendó realizar un “balance hídrico para efectuar el riego cuando el cultivo lo necesita y con la cantidad de agua que requiere. Desde lo ecológico, implica hacer un uso medido del recurso natural”, aseguró.

 

Los costos

 

En el riego gravitacional, la inversión y los gastos de operación por hectárea son menores. A nivel de finca, la inversión requerida está dirigida a realizar el trazado de conducciones o instalación de cañerías o mangas, nivelación y mano de obra. En el caso de los sistemas colectivos, los regantes deben pagar por el sistema de operación cánones para el mantenimiento de canales y obras públicas.

En tanto, el costo de instalación de sistemas de riego por aspersión y por goteo ronda los 3.000 dólares por hectárea, según la dimensión del proyecto. La tasa de retorno de la inversión varía de acuerdo con el precio de mercado de los granos y una estimación a partir de la diferencia de rindes obtenidos en secano y bajo riego. “Si ese extra se dedica a pagar el equipo de riego, se estiman tres años de tiempo en campañas con precios buenos y de siete a nueve años cuando los granos valen poco”, calculó Salinas.

El técnico destacó que “aunque se realice el mejor manejo en secano, los cultivos tienen una demanda hídrica superior a la que obtienen del ambiente para alcanzar su máximo potencial productivo”. En este sentido expresó que “la estabilización de sistemas agrícolas con siembra directa permitió alcanzar el techo productivo de los ambientes en función del componente hídrico, debido a que la no labranza junto con la cobertura permanente de los lotes, mejora la velocidad de infiltración de los suelos y facilita la retención de entre un 30% y 40% de agua que antes se perdía por escurrimiento. Esto evita que el agua se evapore rápidamente”.

Salinas insistió en la idea de “que para cumplir con el requerimiento hídrico demandado por los cultivos para que expresen su pleno potencial, sería necesario que todos los años sean ‘Niño’, algo que obviamente no sucede, o que se utilice riego suplementario… Luego de la siembra directa, no es posible crecer productivamente si no es con riego”, enfatizó.

 

Necesidad de financiación

 

Salinas expresó que los sistemas de regadío son “la herramienta que permite normalizar la variabilidad climática: transformar años secos en normales, potenciar los normales y, en años húmedos, la demanda hídrica está compensada”.

En esta línea, remarcó la importancia de que haya líneas de crédito para facilitar la instalación de infraestructura, así como la concertación de articulaciones público-privadas para la construcción de obras hídricas. “Es necesario avanzar el estudio de los acuíferos, ya que hay pocas provincias que tienen información”, agregó.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio está protegido por reCAPTCHA y se aplican la política de privacidad y los términos de servicio de Google.