Hora de ganar: ¿A qué edad un chico debe ser exigido por el resultado?

Se abre el debate. ¿Hasta qué punto es positivo presionar a un pibe por la victoria? ¿De qué manera se lo acompaña en ese proceso donde algunos llegan a AFA? ¿Hay pedagogía en el fútbol formativo? (Foto: Archivo El Observador)

Jugar a la pelota es precisamente eso, un juego. Un juego que va adquiriendo matices en función del camino elegido, el contexto, la edad o quienes estén al lado, entre otros innumerables detalles. En estas próximas líneas vamos a detenernos en una sola cuestión, en aquel período donde mejor se concibe al fútbol como un juego. Son los primeros pasos detrás del juguete más querido que hasta allí solamente es objeto de felicidad y no existen otras responsabilidades o presiones.

Pero no hay garantías que eso suceda llanamente así. Tarde o temprano existirá un elemento que limite aquella libertad de acción, si es empleado correctamente resultará positivo y enriquecedor para un chico que crece junto al fútbol; en caso contrario podría frustrarlo o llevarlo sencillamente a no querer compartir más tiempo en una cancha.

En ese recorrido formativo uno se hace la siguiente pregunta: ¿A qué edad un chico debe tener la “obligación” de ganar? Entre comillas porque es una palabra reiterativa en el ambiente que uno consume a través de los programas dominantes de la TV. ¿Desde qué momento un pibe debe ser exigido por un resultado? ¿Puede ser contraproducente?

Los disparadores emergen de imágenes que se repiten en las redes sociales: Un niño consolando a otro tras un resultado. Algunas semanas antes de este artículo, pudimos apreciar fotos, videos y hasta una perlita de un pequeño Leo Messi consolando a un nene del equipo contrario. En las descripciones de esas escenas, hallamos afirmaciones como “ejemplo”, “noble gesto”, “actitud para copiar”. Pero no nos preguntamos ¿por qué llora ese chico de 10 u 11 años? ¿Qué lo lleva a sentir ese desgarro en su diminuta humanidad ajena a los problemas de los grandes? Esa angustia que sacude los rostros de hijos, sobrinos, nietos o hermanitos, conmueve… pero debe también llamarnos la atención.

Walter Acosta, formador de años en el fútbol regional, muchos de ellos en Unión de Crespo, entrega su experiencia sobre el tema ante la consulta de El Observador: “Exigir resultados o no tiene que ver con el proyecto deportivo de un club, en cómo se lo elabora pensando en el objetivo que se persigue. Pero en nuestro fútbol es muy difícil que suceda, contar con proyectos de formación que se incluya a todos: a jugador de elite, a jugador promedio que se quedará en el club o al jugador que no tiene condiciones para competir quizás en un mediano rendimiento pero que tenga un gran sentido de pertenencia. En la mayoría de los clubes de ligas amateur, los proyectos no tienen contempladas esas cuestiones y comienzan a ser competitivos en edades tempranas”.

Seguidamente ejemplifica: “En Unión una vez sacamos la cuenta con una categoría de 10 años. En una misma temporada llegaron a jugar un partido y medio por semana entre Liga y torneos en los que participaban. A los 10 años estaban excedidos en la competencia. Se juegan torneos por puntos, donde los goles se cuentan, hay tabla de posiciones, un diario entrega premios, el padre guarda los recortes… todo eso genera un stress alto en el chico. Es difícil sostener la formación porque las expectativas en los grupos son altas. Y cuando un chico llega al club, nadie le dice (o muy pocos): ‘Nuestro proyecto es formativo, van a jugar todos, la idea es que acá se priorice la educación…’, o del otro lado: ‘Nuestro proyecto es ser competitivo, los preparamos para salir a lograr un buen resultado, el chico que esté preparado jugará y el que no, no. ¿Están de acuerdo?’. Nadie dice eso porque los clubes se jactan de tener 200 chicos pero no de la mejor manera. Puede suceder que contraten a quienes no son profesionales en el tema y eso genera problemas, o que no tiene la formación pedagógica adecuada, entre otras cosas”.

Walter Acosta, formador de años, analizó el tema ante la consulta de El Observador.

COMPETENCIA / FORMACIÓN: “Pienso que la competencia si no es desmedida, es sana y ayuda a crecer. Pero debe haber un formador desde edades tempranas. Un for-ma-dor que trabaje lo formativo desde lo deportivo, pero también desde lo pedagógico. Más aún en el fútbol donde a los 10 años ya los están buscando clubes de AFA porque ellos sí son competitivos en esas categorías -continúa-, entonces hay un desfasaje entre los clubes del interior y de AFA muy grande. Eso hace que todo el tiempo vayan llevando chicos en edades que no están para competir o con ausencia de un trabajo similar al alto rendimiento”, explica.

Siguiendo el hilo analítico, Acosta profundiza: “No sé si habrá clubes que lo puedan hacer y sostener en el tiempo porque el club formador compite con el club que se lo lleva pero también con el padre, con la televisión, compite con el chico que ya se fue y que le genera ese ‘querer ser como ese chico que ya está en inferiores’ de los 10 años; entonces es muy difícil. Hay clubes que sí lo pueden hacer porque tienen infraestructura, pero deberían ponerse firmes en que la formación es lo más importante”.

El camino no es sencillo, ese peregrinar por clubes de AFA junto a decenas de voluntades similares que buscan el mismo sueño, suele ser frustrante. El profe lo ejemplifica en base a su rica experiencia: “Yo lo viví con muchos chicos que se han ido a los 10 u 11 años, compiten desde los 6, 7 u 8 años, viajan dos veces por semana para entrenar y una vez más para jugar, hacen los primeros años de AFA y no les da la nafta, los limpian, los mandan a una picadora de carne y vuelven a los clubes destruidos psicológicamente, sin ganas de hacer deportes, abiertos y expuestos a caer en cualquier boludez que no es el deporte. Entonces ellos no se preocupan por eso, se preocupan en tener un chico que a los 10 años sea hiper competitivo”.

PREPARARLOS PARA EL JUEGO: “La competencia está bien pero tiene que ser medida y los chicos deben ser preparados y formarlos en el juego, especialmente que tengan una visión y que si no llegan al fútbol profesional puedan jugar al fútbol en el club y que si no puedan jugar en el club, puedan jugar con los amigos. Pero llevarlos desde los clubes nuestros a querer ponerlo en la alta competencia sin tener nosotros como profesores una formación para darle herramientas desde lo psicológico, le estamos haciendo un daño, porque nosotros generamos expectativas y después no somos psicólogos para tratar un chico que está depresivo porque no llegó a jugar al fútbol”, enfatiza Walter.

Para cerrar el reconocido formador completa: “Uno convive con las utopías que existen en el fútbol porque hay gente que dice que los cuida y sabés que no es así porque cuando a los chicos les va mal, nadie está con ellos, ni a veces sus padres. Con eso solamente se logra que el pibe ni siquiera quiera hacer otro tipo de deporte. La mala formación lo destruye visto desde un punto docente. Creo que la pedagogía y docencia son parte del deporte, hay chicos que han llegado a través de ese camino. Nadie ha hecho la estadística para ver qué han hecho los chicos que no jugaron al fútbol profesionalmente y estuvieron cerca de la alta competencia en edades tempranas, pero me animo a decir que de 10 chicos, 8 se volvieron y de ellos 4 ya no jueguen al fútbol o no hacen ningún deporte y eso es grave”.

photograph

Por Mauricio Jacob
Desde Crespo
facebook icon    twitter icon     instagram icon

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio está protegido por reCAPTCHA y se aplican la política de privacidad y los términos de servicio de Google.