Familias que sufren, pero siguen adelante: Hoy la historia de Renzo Nicend

El Observador ha decidido dedicar un espacio especial a aquellas historias de vida de sus lectores que merecen ser difundidas como ejemplo de esfuerzo y superación. En esta oportunidad destacamos el testimonio de la familia Nicend, compuesta por Marta Rosa y Godofredo Arturo, quienes tuvieron 11 hijos. Entre ellos se encuentra Renzo (27), a quien desde el nacimiento se le diagnosticó parálisis cerebral.

Su papá contó que “a los 7 días de haber llegado al mundo, Renzo tuvo que ser internado en el Hospital San Roque de Paraná, donde estuvo un mes sometiéndose a distintos estudios, hasta que lo operaron para colocarle una válvula en la cabeza. A los 13 años se le cambió el catéter y a los 17 los médicos se lo quitaron definitivamente porque ya no corría riesgo de retener líquido y que éste le produjera alguna obstrucción”. Los años pasaron y su vida nunca fue como la de un niño o adolescente más, sus padres y hermanos le brindan asistencia permanente para todas y cada una de las actividades cotidianas. La movilidad de Renzo es reducida y su mamá explicó: “Le cortamos la comida en pedacitos para que él pueda llevársela a la boca, porque ese movimiento sabe hacerlo, pero cualquier líquido que le demos para tomar se lo tenemos que dar con cuchara. Nosotros lo bañamos, le cambiamos los pañales y durante todo el día estamos con él”. Con lágrimas en los ojos, Godofredo recordó el difícil momento que la familia atravesó en el 2003: “Los médicos nos dijeron que tenía estrangulado el intestino grueso y que debían operarlo, pero que no había esperanza de vida. Incluso llamaron a todos mis hijos para que tomáramos una decisión en conjunto y a sabiendas de lo que implicaba, porque seguramente quedaría en coma o se moría. Hicimos interconsultas y finalmente le hicieron la cirugía y salió bien”. En 2010 Renzo empeoró neurológicamente y sus padres con mucho esfuerzo para poder solventar los gastos, decidieron llevarlo al Instituto de Rehabilitación de Galarza, sobre lo cual Godofredo relató: “Comenzó a ponerse muy nervioso, agresivo y se mordía el brazo al punto de lastimarse. Por eso ahora usa una liga desde la muñeca hasta el codo del lado derecho. Hemos pasado noches enteras sin dormir, porque él se sobresaltaba y se quería tirar de la cama. Nos estaba costando poder sentarlo y por otro lado le aparecieron serios problemas de ‘tránsito lento’. Nos dijeron que estaba tomando una medicación equivocada y se la cambiaron. Por suerte mejoró y ahora está más sereno. Toma 3 pastillas de mañana y 3 por las noches, que son para normalizarle la actividad cerebral y para evitar que le den convulsiones. Se los recetaron de por vida, pero es una lucha constante conseguir las drogas, porque vienen del exterior. La obra social se resiste a brindar la cobertura, hay que insistirles y llevarles una ‘pila’ de papeles. Lo mismo ocurre cuando tenemos que pedir los pañales o lo necesario para hacerle las enemas, ya que de otra manera no mueve el vientre”.

Orgullosos de todo lo que han conseguido para que esté mejor, Marta y Godofredo dijeron que ellos sólo viven para él y que disfrutan de sacarlo a caminar en las tardecitas o llevarlo a dar vueltas en el auto. “Son distracciones que le gustan, al igual que tocar bocina cuando paseamos. Nos damos cuenta lo contento que se pone al salir. Hemos llegado a hacer recorridos de 60 cuadras caminando, despacio obviamente porque él no pisa bien, pero por el problema de várices que tengo, ya no puedo acompañarlos más que unas cuadras”, dijo su mamá. Los Nicend resaltaron que su hijo se lleva bien con todos sus hermanos, aunque parece querer más a unos que a otros. “Es muy cariñoso con ‘Coco’ (Leonel Nicend), seguramente porque es quien vive con nosotros. Siempre lo abraza, le da caricias, le muestra sonrisas y es quien lo calma cuando se pone mal”, dijo Marta.

Los padres de Renzo superaron los 70 años y no pueden evitar expresar la preocupación que tienen por el futuro de su hijo cuando ellos ya no estén. Con la voz quebrada Godofredo resumió: “Yo rezo siempre y cada noche le pido a Jesús, que un día antes de que se vaya el último de nosotros, se lo lleve a él” y restableciéndose de la angustia que le provoca este pensamiento, agregó: “Nuestros hijos son grandes y ya cada uno tiene formada su familia, incluso algunos no viven en Crespo, entonces nos cuesta pensar qué va a pasar más adelante. Mientras tengamos vida nosotros lo vamos a cuidar, porque sabemos que si llegó a esta familia por algo será”.

 

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