Explican cómo estabilizar las dietas para producir más litros de leche y kilos de carne por hectárea

1461 fardos [1600x1200]La incorporación de forrajes conservados en los modelos intensivos ganaderos es cada vez mayor, con el objetivo de estabilizar las dietas y así, producir más litros de leche y de carne por hectárea. El técnico del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, Mario Bragachini, dijo que “en los últimos años, el área destinada a silajes de pastura y fundamentalmente de sorgo y maíz, aumentó aproximadamente 20 veces y eso habla a las claras de que ya no se hace el forraje conservado para cubrir baches de caída de producción de las pasturas, sino que ahora, es la base de la alimentación”.

El especialista explicó que la intensificación de los sistemas productivos se evidencia en que “el 50% de la carne producida en el país se realiza en feedlot y lo mismo ocurre en los tambos, en donde incluyen dietas que contienen, principalmente granos, concentrados y coproductos de la industria”.

En los modelos intensivos ganaderos, la alimentación es la variable de mayor impacto en la rentabilidad del negocio y los forrajes conservados constituyen recursos claves para estabilizar y balancear las dietas y proveen nutrientes para sortear el déficit de pasto. Además, son elementales para producir más por hectárea.

“Es claro que sin estos alimentos, la producción de carne y leche a escala industrial, no sería posible en el país”, afirmó la especialista Miriam Gallardo, con una reconocida trayectoria en el INTA que la posicionó como una de las principales referentes del rubro. Para la profesional, “el notable desarrollo de la agricultura nacional acompañado por la masiva industrialización de las materias primas, ha generado un abanico muy amplio de alimentos, que permiten actualmente diversificar y explorar opciones a un menor costo, mayor eficiencia y sustentabilidad, con una mejora significativa del resultado económico de la empresa”.

En estos sistemas de producción, los forrajes constituyen los principales ingredientes de las raciones, porque poseen cualidades nutritivas muy diversas y cumplen roles metabólicos distintos, como el energético, el proteico y el aporte de fibra efectiva. Los silajes de maíz y sorgo, por ejemplo, proveen fibra fermentable que el animal utiliza para mantenerse, crecer, aumentar de peso o producir leche. Además, cuando estos cultivos contienen mucho grano, resultan alimentos energéticos. La especialista agregó que en los modelos intensivos ganaderos, principalmente confinados y semi-pastoriles, la alimentación puede representar más del 60% al 65% de los costos totales de producción y es la variable de mayor impacto en la rentabilidad del negocio.

Por su parte, Marcelo de León, del INTA Manfredi, señaló que para formular esas dietas en base a forrajes conservados, es necesario “conocer su valor nutricional, para poder relacionarlos con los requerimientos de cada tipo de animal”. Las investigaciones muestran que, en los sistemas ganaderos para carne, la ganancia diaria de peso vivo (g/an) depende del balance proteico de las dietas. “La combinación del forraje conservado de buena calidad con el de la dieta, puede significar un aumento de 200% a 400 % por día en ganancia de peso”, aseguró De León.

La calidad de la reserva forrajera y su potencial para la producción dependen del material inicial, de la confección y su posterior conservación. Según Marcela Martínez, del INTA Salta, “no se puede obtener una reserva de calidad, si no se parte de un forraje en pie de calidad”. En este sentido, señaló que un cultivo de buena sanidad debe contar con una adecuada relación entre el grano y la hoja, más el tallo y con poca o nula presencia de material vegetal degradado.

Para que el producto ensilado conserve las características del forraje a campo, resultan clave cuatro factores: momento óptimo de picado, regulación de la máquina picadora –altura de corte y tamaño de picado–, compactación adecuada del material para el silo puente, bunker o torta y tiempo de llenado, en el caso de silo-bolsa. En consecuencia, existe una gran variabilidad en los parámetros de calidad que debe tenerse en cuenta al momento de armar las dietas.

Cabe acotar que los requerimientos de proteína bruta del vacuno crecen con la intensidad y tipo de producción, son altos en animales en lactación (15% a 16 %), intermedios en engorde y crecimiento (12% al 14 %) y bajos en mantenimiento (9%). La deficiencia proteica en la dieta diaria reduce la velocidad de digestión del pasto: el forraje permanece más tiempo en el rumen y se resiente el consumo voluntario. Al suplementar con un concentrado proteico se acelera la fermentación ruminal, aumenta la tasa de digestión y se estimula el consumo. En el caso de los sistemas lecheros, el aporte de fibra –que normalmente proviene de los forrajes conservados, henos o silajes– determina la proporción de grasa en la leche.

“Esto se logró gracias a la mayor participación del silaje y del heno, así como de concentrados y subproductos, en desmedro de la cantidad de pasturas y verdeos”, sostuvo Eduardo Comerón, investigador del INTA Rafaela. En esa línea, agregó que en la actualidad hay una marcada tendencia a producir un volumen de silaje y heno suficiente como para utilizarlo casi todo el año y así tener dietas más balanceadas.

Según Comerón, lo recomendable para las cuencas lecheras se forma con un 30% de silaje e iguales porcentajes de pastura o verdeo y de concentrado o subproductos. A esto, se debería añadir 8% de una fuente de fibra efectiva –heno– y 2% de suplementos o aditivos menores. “Los valores de los alimentos que componen esta dieta pueden modificarse según el momento de la lactancia y el nivel de producción de las vacas”, remarcó.

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