Estudio revela que los suelos compactados limitan hasta un 28% el rinde de los cultivos

Las abundantes precipitaciones y la cercanía de las napas a la superficie complican, cada vez más, el normal desempeño de las actividades productivas. Guillermo Gerster, extensionista del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, señaló que la compactación de los suelos es una problemática con numerosas causas, entre las que destacó las condiciones de alta humedad de los suelos, el tránsito con maquinarias de gran porte y el monocultivo de soja. A su vez, en las últimas campañas, la presencia de napas freáticas cercanas a la superficie, agravaron el inconveniente y por otra parte, la ausencia de gramíneas en la rotación, sumada a la escasa actividad biológica de estos sistemas, contribuyen a que los sectores compactos generados por el tránsito perduren varios años.

“Cuando un rodado se desplaza sobre un suelo desnudo, produce efectos diferentes a los generados en uno cubierto”, explicó Gerster, quien agregó que “es que la presencia de una abundante cobertura de rastrojos amortigua parcialmente el efecto del tránsito”.

A esto se refiere una investigación realizada por el mencionado Gerster y Silvina Bacigaluppo, especialista del INTA. “Los sectores transitados presentan una disminución en los rendimientos en soja y maíz de un 28% y 15% respectivamente, en zonas sin tránsito” señalan. Además, los investigadores observaron un incremento en la densidad aparente, una reducción de la infiltración básica, menor exploración de raíces y una merma en la presencia de nódulos, tanto en su peso como en su cantidad.

En este sentido, Bacigaluppo subrayó la importancia de “reducir el impacto de la compactación mediante una estrategia que combine el tránsito controlado y el uso de rodados de mayor superficie de apoyo y menor presión específica”. Es que, de acuerdo con los profesionales, si bien el uso extensivo de la siembra directa en la región pampeana permitió reducir los procesos erosivos en situaciones de monocultivo, las raíces del cultivo de soja tienen escasa capacidad para crecer en las zonas compactadas. Por este motivo, la inclusión de gramíneas de invierno resulta esencial para recuperar la porosidad de los sectores compactos.

Tanto Bacigaluppo como Gerster recomiendan la siembra intensiva de gramíneas y un manejo adecuado en siembra directa con fertilización. “Así, se mantendrán altos niveles de cobertura y porosidad, tanto en  invierno como en verano, lo que mejora el balance de materia orgánica y nutrientes”, explicaron. A esta estrategia, sugieren adoptar en la rotación gramíneas de invierno, como trigo, avena, cebada o centeno. Es que, ya sea como cultivos para producir granos o de cobertura, permiten recuperar la porosidad de los suelos y contribuyen al balance de materia orgánica, lo que además posibilita deprimir las napas cuando éstas se ubican cerca de la superficie.

Para el caso de siembra de cultivos de cobertura, los especialistas aconsejaron “la combinación de gramíneas en mezclas con leguminosas”, ya que éstas últimas permiten aportar nitrógeno fijado en forma biológica.

“Una de las ventajas de las gramíneas de invierno, es que normalmente encuentran durante su implantación el suelo húmedo por períodos prolongados, por lo que tienen mayores posibilidades de crecer en los sectores compactados, además de ello el hecho de ser sembrados en líneas cercanas les permite una mayor capacidad de exploración del perfil” completó Gerster.

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