Cuando 15 minutos pueden ser una eternidad o un parpadeo

“15 minutos y entregan”, arrojó el profesor Gentiletti apuñalando el silencio del salón. 15 minutos pueden significar una enormidad o apenas un bostezo de acuerdo la situación que viva cada ser humano.

Es misterioso ver cómo el correr del tiempo varía según la situación. En un partido de fútbol, por ejemplo, con el resultado a favor tendrá el paralelismo a horas interminables; pero si el marcador está en contra, correrá como agua entre las manos.

15 minutos para terminar aquella prueba de Conocimiento de la Realidad y a mi hoja le faltaban un par de respuestas, y por si eso fuera poco la Selección jugaba los cuartos de final esa misma tarde. La ansiedad por ese partido del Mundial 2006, era insostenible. Ahí maldecí haberme explayado en aspectos secundarios del Modelo Agroexportador como si eso brindara un punto bonus.

Delante de mí, Valentina preguntó si podría ejemplificar su respuesta final con un cuadro sinóptico a lo que Gentiletti indicó: “Joven, usted es un ser libre en un país democrático por lo tanto tiene la potestad de efectuar lo que la razón le indique siendo responsable de sus actos”. Traducido, haga lo que quiera sin romper las pelotas.

A mi derecha Fede estaba igual de confundido que yo y había devorado su birome Bic azul. “Joven, ¿ha tenido un ataque de nervios con su capuchón?”, interrogó retóricamente el profe cuando divisó ese elemento absolutamente masticado hasta por las muelas.

No había tiempo para mucho más, no sabía qué rumbo tomar. No quería hundirme en palabrerías porque podría suceder conmigo lo mismo que le pasó a Seba cuando Gentiletti le restó un punto porque “fue víctima de su extensión”. En otras palabras, saraseó más de lo aconsejado.

Miraba de reojo el acelerado andar del reloj pero también comenzaba a restarle tiempo al esperado partido de Argentina por el que no había podido conciliar el sueño de la noche anterior. Pesó más el nerviosismo por la pasión que por repasar la última unidad del cuatrimestre. Necesitaba un 6 para promocionar la materia aunque mi preocupación giraba sobre cómo parar a la ofensiva alemana en el duelo mundialista y en tierras de ellos.

“5 últimos minutos señores estudiantes universitarios, últimos 5 y sin adición”, parafraseó Gentiletti con una leve sonrisa. Entonces para no dejar en blanco la respuesta a la pregunta final, solté lo que sentía: “Estimado profesor: seguramente con lo expuesto hasta aquí mi examen no alcance el puntaje suficiente, pero quiero dejarle una cosa en claro. Afrontar este parcial en el mismo día que el equipo de mi país se la juega ante los poderosos germanos ha hecho colapsar mi sistema nervioso. Desconozco si le gusta el fútbol pero para mí almacena un valor mayúsculo en el que podemos ser nosotros o ellos; en este lado estamos los sufridos, los golpeados, los tercermundistas, los que siempre andamos de capa caída y nos aferramos a la pelota en un Mundial para dibujarnos una sonrisa. Es donde por un instante podemos demostrar que somos un poquito más que ellos, los que nacieron poderosos, grandes, ricos, del primer mundo, potencias financieras, dueños de territorios ajenos. Por un paréntesis en nuestras vidas podemos mojarles la oreja y sentir que no todo es injusto. No sé si soy claro, mi mente ha estado sin razonar con frialdad durante estos días. Sinceramente, Luciano Costa”. Entregué la hoja y marché a casa.

Una semana después, aún con el dolor por haber quedado afuera contra los malditos alemanes, llegó el momento de conocer los resultados. Gentiletti entregó personalmente los exámenes y cuando busqué el mío tras llamarme por el apellido, nos miramos y me susurró: “Lea mis correcciones”.

Me senté, no recorrí la hoja sino que fui directamente al final. Había un 5 con un asterisco. Fui a la acotación que decía: “Estimado alumno: Estoy analizando sus respuestas luego de nuestra eliminación por penales y créame que estuve igual de ansioso que usted. Quizás no lo parezca, pero mi amor por el fútbol ha sido desde siempre. Tengo más mundiales que su persona, conozco las alegrías, sé del sabor a gloria y entiendo el amargor de las caídas. Han sido ellos nuevamente y eso me anuda la garganta. Comprendo su desazón y hay que seguir transitando el camino con ese puñal oxidado en el alma hasta que la moneda caiga de nuestro lado. Usted es joven y tendrá más mundiales por delante y déjeme decirle que comprendo lo que me manifiesta, ningún ser puede encontrarse con una serenidad absoluta ante el panorama que atravesamos hace una semana. Por ese motivo le añado un punto extra pero por favor, jamás baje los brazos, nunca sienta que es inferior a alguien bajo ningún punto de vista, defienda su dignidad con valor y entereza ante quien quiera imponer lo contrario. Abrazo de gol. Profesor Juan Gentiletti”.

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Por Mauricio Jacob
Desde Crespo
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