Con expectativas, pero con incertidumbre, avicultores celebran su día 

En Argentina, se consumen 270 huevos por persona cada año, lo que representa un total de casi 12.400.000.000 de unidades en los 365 días. Esa cifra, posiciona a nuestro país como uno de los principales consumidores del mundo, pero asesores del sector aseguran que aún hay mucho margen para aumentar esas cifras. En cuanto a la carne de pollo, el crecimiento también ha sido sostenido en los últimos años y lo marcan las estadísticas: en el 2000, los argentinos consumían solamente 20 kilos por habitante al año y hoy es de 45.

Para este año, las expectativas en las diferentes cadenas del sector son positivas, pero también hay dudas e incertidumbres. El incremento en los costos de producción, la caída de las ventas en el extranjero, el tipo de cambio, “más una serie de variables regulatorias aún irresueltas que impactan sobre el negocio” encendieron algunas luces de alarma.

Es sabido que Entre Ríos ocupa un lugar preponderante en la avicultura nacional, de la que dependen miles de familias, por lo que cada cimbronazo repercute también en la economía provincial, porque no es solamente el trabajo en la granja, sino que también están relacionadas las fábricas de alimentos balanceados, los talleres metalúrgicos, transporte, frigoríficos, profesionales afines y demás actores.

 

“Una producción sin techo”  

 

Con motivo de celebrarse este domingo 2 de julio, el Día del Avicultor, El Observador dialogó con el Dr. Héctor Schell, director del Área de Ganadería Bovina, Avicultura y Producción Porcina de la provincia. El funcionario comentó que desde el gobierno entrerriano, “seguimos procurando que la actividad vaya creciendo, como lo hizo en los últimos años y en la parte sanitaria, defender y resguardar el estatus logrado, para no tener problemas con los mercados internacionales. Entre Ríos, es un pilar fundamental en la avicultura nacional, como lo es Argentina a nivel mundial. Y lo positivo es que estamos con una fuerte proyección de crecimiento. Más allá de alguna cuestión a resolver, considero que las 2 actividades, tanto la de carne aviar como la producción de huevos, no tienen techo, porque son proteínas de alta calidad que necesita el consumidor, desde niños a adultos mayores, porque son productos requeridos y recomendados”.

Schell destacó la importancia que tiene esta actividad para el arraigo en el campo. “Hay como una tradición de traspaso de abuelos a padres y nietos. Lógicamente son otros tiempos, ahora las granjas están totalmente tecnificadas, pero esas familias nunca se fueron del lugar, lo que es muy ponderable” resaltó.

“Actualmente contamos en la provincia con aproximadamente 3.300 granjas, entre las que producen huevos y pollos parrilleros. En lo que respecta a este último sector, contamos con 6.200 galpones que están incluidos en estas granjas, es una cifra interesante y que demuestra la importancia que tiene la avicultura para Entre Ríos”.

 

Nuevos mercados    

 

La apertura de nuevos mercados, es un desafío constante en el que están embarcados empresarios y autoridades. Y en ese contexto, China es uno de los lugares que aparece en la lista de prioritarios. En Argentina, se consumen alrededor de 45 kilos de pollo per cápita y en ese país asiático, solamente 12, transformándose en un futuro comprador más que  prometedor para la actividad. Al respecto, Schell sostuvo que “es un país tentador por la cantidad de habitantes que posee y a futuro, seguramente va a ser un gran demandante de estas proteínas. Pero hay otros en desarrollo y emergentes que pueden ser nichos importantes de comercialización y en eso hay que trabajar, como se está haciendo, para llegar con la producción a esos destinos”.

El funcionario afirmó que las perspectivas para el sector son alentadoras y dijo que más allá de situaciones coyunturales, “a largo plazo, vemos un panorama muy positivo para la avicultura, como para la producción de alimentos en general. En 2050 habrá 9.700 millones de habitantes en el planeta, que necesitarán ser abastecidos, por lo que todo lo que sea transformación de granos en carne tendrán un lugar trascendente. Y en ese marco, Argentina y Entre Ríos en particular, están en una gran posición. Esta provincia es productora avícola por excelencia y se prevé que seguirá aumentando su stock de producción y el número de establecimientos. Aparte, hoy se buscan zonas de bioseguridad, aprovechando aquellos lugares que llamamos de montes bajos, donde hay una amplia defensa de la barrera sanitaria. Las granjas se irán desarrollando cada vez más en esa geografía y tenemos lugar disponible y en condiciones óptimas para trabajar y crecer”.

 

 

Una actividad con historia 

 

Las aves de corral han sido desde 1857, fecha en que llegaron las primeras a Colonia San José, parte del paisaje rural de nuestra provincia. Ya en 1945, había en Argentina una importante población de pollos y gallinas, con un concepto semi-industrial, con líneas de pedigree y algunas cruzas con doble propósito, la hembra para producción de huevos y los “gallitos” para consumo. La comercialización estaba organizada a través de acopios y consignaciones representadas por personas u organizadas en cooperativas. El grueso de los productos acopiados, convergía en el Mercado Concentrador de Aves y Huevos de la Capital Federal, donde tenían sus puestos los más importantes mayoristas. En este sitio, se preparaba la mayoría de la mercadería, se clasificaba y seleccionaba el huevo para consumo, se vendían vivos los pollos de 5 meses y 2,300 kg., al igual que las gallinas y los gallos, como también otros tipos de aves. En ese tiempo, los consumos no se medían, pero se estima que no llegaban a 3 kg. por habitante año (hoy son 45) y se consumían menos de 80 huevos por persona.

En los años ‘60, arribaron al país los “padres de los pollos híbridos” o como se los denominó en Argentina, los “parrilleros”. Ese año, puede considerarse como el del nacimiento de la avicultura industrial nacional y desde ese tiempo, el sector, tanto en pollos como en huevos no ha parado de crecer, de equiparse y de mejorar continuamente el aseguramiento de la calidad e inocuidad de sus productos.

Entre 1976 y 1983, el sector quedó mayoritariamente integrado, produciéndose los huevos fértiles, los pollitos BB, el alimento y tercerizando el cuidado y la guarda en los criadores. Este nuevo concepto productivo que bajó aún más el precio al consumidor final, consolidó el hábito, aumentó el consumo y llevó gradualmente a un crecimiento constante y una profundización en la búsqueda de la productividad y mayor competitividad.

Luego de los difíciles años 90, con el abandono de la convertibilidad, volvió a ser competitivo al sector, logrando un importante despegue, apareciendo nuevos mercados, más producción y más personas dependiendo de la actividad.

 

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