Con expectativas de desarrollo y crecimiento, avicultores entrerrianos festejan su día

avicultoresSegún las últimas estadísticas del SENASA y del Ministerio de Agricultura de la Nación, Entre Ríos mantiene el liderazgo en materia avícola en Argentina. En el informe se destaca que la faena provincial llegó en 2015 a 355.770.350 de pollos, que significan el 48,7% del total del país, que alcanzó en ese período la cifra de 729.929.000 unidades. Pero además, brilla en la producción de huevos y si sumamos el nivel tecnológico (de punta) que van incorporando los establecimientos, este crecimiento seguirá siendo sostenido en el tiempo. Esta cadena productiva genera miles de puestos de empleo, entre la parte primaria (existen más de 2.300 granjas), fábricas de alimentos balanceados, transporte, frigoríficos, profesionales afines y demás, que “contribuye al arraigo del hombre a su entorno”.

Con motivo de celebrarse este sábado 2 de julio, el Día del Avicultor, El Observador dialogó con el secretario provincial de Producción Primaria, Ing. Martín Barbieri, quien señaló que “para Entre Ríos, esta es una de las actividades centrales de su economía y es una prioridad permanente en la agenda del Ministerio. Hay que reconocer que se está pasando por un momento de dificultades, ya que debido al cambio de modelo económico nacional, ésta fue una de las actividades que se ha visto más perjudicada, ya que la quita de las retenciones al maíz, generó un aumento de precios en este insumo elemental. Por lo tanto, la avicultura, como otros sectores, se va acomodando a los vaivenes del caso, como lo hizo siempre y con muy buenas expectativas a futuro”.

 

Posibilidades externas 

 

En Argentina, se consumen alrededor de 45 kilos de pollo per cápita y en China, un país al que se pretende llegar con las aves entrerrianas, se consume solamente 12, transformándose en un futuro comprador más que interesante para la actividad. Al respecto, Barbieri destacó la importancia de las últimas misiones comerciales organizadas por la provincia en el marco de la Región Centro y remarcó que “así como los países de Asia, también aparecen naciones de Sudamérica, como Paraguay. Hay que mostrar al mundo, con mucho orgullo, estos productos entrerrianos”.

– La avicultura tiene su desarrollo en la zona de Crespo, también en el centro entrerriano y en el Departamento Uruguay: ¿Hay posibilidades de llegar a otras regiones de la provincia que todavía no tienen la actividad?

– Entendemos que hay lugares para desarrollar, como el norte entrerriano, donde se pueden generar nuevas oportunidades, siempre y cuando se pueda acompañar con infraestructura eléctrica, de agua y otros recursos que son fundamentales. En general, vemos a los avicultores entrerrianos siempre pensando en cómo seguir desarrollándose y desde el gobierno estamos acompañando, fundamentalmente desde el punto de vista comercial, tratando de convocarlos a cuánta misión se organice. Se trabaja también para que el aumento de las tarifas en la parte energética, tanto en gas como luz, tengan un menor impacto. En ese marco, se han realizado gestiones en el gobierno nacional, encabezadas por el gobernador Gustavo Bordet y sus pares de Santa Fe y Córdoba, presentándose un proyecto en materia energética al presidente Mauricio Macri. Todas las herramientas que estén disponibles para los productores, las vamos a tratar de utilizar. Hay que seguir apostando a una actividad que es generador de puestos de empleo. Es un orgullo ser reconocidos como principal provincia productora avícola, la tradición granjera que tenemos los entrerrianos no las tienen otras provincias, por lo que hay que seguir por este camino, de crecimiento y desarrollo.

 

Desde 1857

 

Las aves de corral han sido desde 1857, fecha en que llegaron las primeras a Colonia San José, parte del paisaje rural de nuestra provincia. Ya en 1945, había en Argentina una importante población de pollos y gallinas, con un concepto semi-industrial, con líneas de pedigree y algunas cruzas con doble propósito, la hembra para producción de huevos y los “gallitos” para consumo. La comercialización estaba organizada a través de acopios y consignaciones representadas por personas u organizadas en cooperativas. El grueso de los productos acopiados, convergía en el Mercado Concentrador de Aves y Huevos de la Capital Federal, donde tenían sus puestos los más importantes mayoristas. En este sitio, se preparaba la mayoría de la mercadería, se clasificaba y seleccionaba el huevo para consumo, se vendían vivos los pollos de 5 meses y 2,300 kg., al igual que las gallinas y los gallos, como también otros tipos de aves. En ese tiempo, los consumos no se medían, pero se estima que no llegaban a 3 kg. por habitante año (hoy son 45) y se consumían menos de 80 huevos por persona.

En los años ‘60, arribaron al país los “padres de los pollos híbridos” o como se los denominó en Argentina, los “parrilleros”. Ese año, puede considerarse como el del nacimiento de la avicultura industrial nacional y desde ese tiempo, el sector, tanto en pollos como en huevos no ha parado de crecer, de equiparse y de mejorar continuamente el aseguramiento de la calidad e inocuidad de sus productos.

Con las líneas híbridas (Tompson, Arbor Acres, Cobb, Pilch, Ross, Hyline, Queen, Shaver, entre otras) llegaron los planos para la construcción de los galpones donde alojarlos y criarlos y las jaulas donde ubicar las gallinas “ponedoras”. Por aquel entonces, había gigantescas máquinas de incubar con capacidad para 100.000 huevos mensuales que ampliaban el parque existente de máquinas de 7000, 14.000, 24.000 y 60.000.

En 1963, las nuevas incubadoras se fabricaban en Argentina en Quilmes, donde el Ing. A. Franken desarrolló las “Famagro”, que cubrieron la demanda argentina (hoy hay muchas funcionando) y se exportaron a toda América. Estas líneas demandaban de un alimento acorde con su capacidad de crecimiento, por lo que este debía ser “balanceado”, que lo suministraban las fábricas Vitosan, Ganave, Provita, Vitagerm (Sagemüller), entre otras, a las que se sumaron años después, Purina y Cargill.

El consumo, que era de 4 kilos por año pasó a 8 para 1965 y se situaba en 10 en 1970. El pollo, un producto consumido en fiestas y ocasiones especiales, comenzaba a incorporarse a la dieta casi al ritmo de una vez por semana por familia. El precio se acercaba al de la carne bovina y para la gente, era como tener acceso a un deseo postergado por años.

Entre Ríos fue el líder en la transformación y Buenos Aires descubría esta nueva industria. La primer planta de faena de pollos concebida integralmente (hubo otras que se habían adaptado) para faenar, desplumar y eviscerar los pollos, fue “San Sebastián”, con una velocidad de 1.800 pollos por hora (en una primera etapa). Hoy el sector cuenta con numerosas de estas instalaciones, en algunos de los casos, con equipos de última generación, con capacidad de faena hasta 10.000 pollos por hora.

Entre 1976 y 1983, el sector quedó mayoritariamente integrado, produciéndose los huevos fértiles, los pollitos BB, el alimento y tercerizando el cuidado y la guarda en los criadores. Este nuevo concepto productivo que bajó aún más el precio al consumidor final, consolidó el hábito, aumentó el consumo y llevó gradualmente a un crecimiento constante y una profundización en la búsqueda de la productividad y mayor competitividad.

Luego de los difíciles años 90, con el abandono de la convertibilidad, volvió a ser competitivo al sector, logrando un importante despegue, apareciendo nuevos mercados, más producción y más personas dependiendo de la actividad.

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