Cómo y cuándo decirle a un hijo adoptivo su realidad biológica

La identidad, definida principalmente desde la psicología, se comprende como aquel núcleo de condiciones que terminan conformando el “yo” de una persona. Es la respuesta a las preguntas ¿quién soy?, ¿qué soy?, ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?, ¿qué quiero ser y hacer?, las cuales tornan a cada ser único. La formación de la identidad es un proceso que comienza desde muy temprana edad y fundamentalmente, es un derecho que se goza desde el mismo momento del nacimiento. Los padres son la primera herramienta con que cuentan los hijos para ir respondiendo a estos interrogantes e ir construyendo así, una compleja imagen de sí mismos. Sin embargo, esta situación que en principio parece sencilla de llevar a la práctica, muchas veces termina siendo un trauma para los chicos, sobre todo para aquellos que son adoptados y el entorno busca borrar su pasado.

Afortunadamente, en la actualidad las parejas que se inscriben para adoptar, firman una declaración jurada donde se comprometen a revelarle al niño su realidad biológica. Esta obligación que asumen ante la justicia, la revalidan a lo largo del proceso legal, es decir, al momento de obtener la guarda y nuevamente al otorgárseles la adopción plena. A partir de allí, surge en los “papás del corazón” la incógnita de cuándo y cómo decírselo al pequeño, situación que a corto o mediano plazo deben resolver. Al respecto, El Observador dialogó con el Lic. en Psicología Fernando González Cati, especialista en psicoterapia sistémica relacional familiar, quien sostuvo que en reiteradas oportunidades esta cuestión es abordada en los consultorios y explicó: “Lo recomendable es que lo hagan lo antes posible, ya que cuanto más prematuramente lo sepa el chico, mayores serán los problemas que se evitarán. A partir de los 3 ó 4 años ya se le puede comenzar a explicar que mamá sin estar embarazada consiguió que él o ella se incorpore a la familia, que como pareja con el papá no pueden tener hijos y por eso lo buscaron y demás. Adaptando siempre el lenguaje al nivel del niño, pero sin subestimarlos, porque no son tontos y pueden comprender muy bien esta situación que se les está planteando. Los matrimonios a veces dejan que los chicos crezcan pensando que ellos son realmente sus padres y después el momento del desengaño es un impacto muy fuerte. Para un chico enterarse de la verdad a los 15 años es todo un problema, cuando podría haberse evitado, diciéndole desde pequeño que lo amaban, que siempre estarán junto a él, pero que no son sus padres biológicos. No tiene sentido ocultar una información que en algún momento va a saberse”.

El profesional comentó que las nuevas generaciones no presentan tantas dificultades para contarles el pasado a sus hijos adoptivos, aunque remarcó que muchas veces el contexto familiar como abuelos o tíos, presionan a la pareja para que no se lo digan. Asimismo, explicó que “cuando se enteran ya en la adolescencia o más grandes, sienten que fueron engañados. Los varones se manifiestan con un enojo muy fuerte y las mujeres tienden a expresarse indignadas, como que no pueden creer que les hayan hecho eso”, dijo el licenciado. Sin dudas, la simpleza o la complejidad con la que lo asuman dependerá del modo en que se hayan enterado y quién se los dijo. “Hay chicos a los que se los anoticia en el hogar y lo toman como una información sin demasiada trascendencia, incluso ellos mismos se lo comentan a sus compañeros sin dificultades ni ocultamientos. Pero a veces ocurre que la verdad apareció antes como rumor entre el grupo de amigos del barrio o del club y se lo hicieron saber de un mal modo, quizás despectivamente, considerándolo menos persona o remarcándole que sus padres lo abandonaron y diciéndole que los adoptivos no lo quieren por eso se lo ocultan y eso genera un problema. Pueden llegar a deprimirse, porque se destruye la imagen que tenía tanto de sus padres como la de él mismo. Por eso aconsejo que las consultas al respecto se hagan mucho antes de llegar a una situación límite. Lo mejor es que el tema se aborde con la verdad, a tiempo y en forma directa”.

Es frecuente que los padres adoptivos teman perder autoridad frente a sus hijos del corazón o lo que es peor aún de asimilar, que éstos comiencen a buscar a sus verdaderos padres, lo cual los acerca al sentimiento de pérdida y soledad. Muy por el contrario, González Cati sostuvo que estos “fantasmas” pocas veces ocurren si el tema fue abordado con sinceridad desde el principio y acotó: “Hay que separar los roles, uno es el ser que le dio la vida y el otro es el padre como vínculo de la relación afectiva. Si se mantiene una buena relación y una comunicación fluida, donde estos términos y roles están bien claros, nada inesperado sucederá. Habitualmente los que se van de sus casas buscando a sus padres biológicos y no vuelven más, son aquellos donde la realidad los sorprendió a los 15 ó 20 años y es entendible la reacción. En cambio quienes desde los primeros años supieron cómo verdaderamente estaba compuesta su familia, actúan de manera diferente. Hay chicos adoptados que se manejan de manera similar a lo que ocurre ante un caso de divorcio, conviven con sus papás del corazón y cada tanto visitan a quienes son sus progenitores”. Obviamente que lograr esta relación armónica implica un trabajo de concientización y aprendizaje muy grande para todos los involucrados, pero es posible si se priorizan los intereses y el bienestar emocional de esa criatura que no eligió lo que le tocó vivir. Por más triste que parezca su historia de vida, los pequeños merecen y necesitan conocer acerca de su pasado, que finalmente tuvo un final feliz con la adopción. Sólo ellos son quienes pueden y deben decidir cómo actuar en el futuro con sus lazos de sangre y con sus vínculos del corazón.

 

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