C. Avellaneda se dispone a cumplir un nuevo año de vida

Hacemos un recorrido histórico de la localidad, en razón de aproximarse un nuevo aniversario. Los libros narran que mediante la Ley N° 1955, de fecha 10 de noviembre de 1904, la Legislatura de Entre Ríos, autoriza al Poder Ejecutivo para adquirir del Banco colonia-avellaneda-1511-municipalidadHipotecario Nacional la propiedad rural conocida por “Campo de Garasino”, situada en el departamento Paraná, compuesta por 1.577 hectáreas, 78 áreas y 33 centiáreas.

En sus articulados siguientes esta Ley detalla los costos de la adquisición, forma de dividir y vender los lotes y otros aspectos de forma.

Seguramente, sería muy largo detallar todo lo acontecido desde entonces hasta nuestros días.

Para recordar los cambios producidos en esta última etapa en esta ciudad, recurrimos a la “Historia de Colonia Avellaneda, de desierto a pueblo y de pueblo a ciudad”, un aporte de integrantes del Taller de Estimulación Cognitiva del Centro Cultural “José Hernández”, realizado por la coordinadora Miriam Stahler, del Departamento de Mediana y Tercera Edad de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), en el 2014.

En ese contexto, Elvira Gómez, María Elena Espeleta, Cirila Ramírez, Luisa Kessel, Elsa Dimier, Lucrecia Rivas y María Teresa Burgos, relatan que: “En noviembre de 1980 llegamos a este lugar que se llamaba Colonia Tres de Febrero, Distrito Sauce, y estaba sembrado de trigo y lino.

En ese tiempo la inmobiliaria Benvenuto y Zanni había comprado todas las chacras para hacer loteos, y se había comenzado el ‘Solares de San Miguel 1’ que luego se fue extendiendo. La parte más cercana era San Benito. Ahí acudíamos al Registro Civil, la Comisaría, la Iglesia, el Centro de Salud y todo eso lo hacíamos caminando”.

“Nosotros vinimos a un desierto, porque no teníamos agua, luz, calles y menos medios de transportes, ya que los colectivos urbanos llegaban hasta Las Tunas y de ahí teníamos que venir caminando o tomar un colectivo de media distancia que venía de La Picada o de Viale. Pasaron unos años y El Entrerrianito, un colectivo que pasaba 3 ó 4 veces al día, comenzó a estacionar en lo de Bregant y nos dejaba más cerca”, explicaron.

“Sobre la Ruta Nº 18 estaba el comedor Bregant y la estación de servicio; más adelante la familia Frank que tenía una carnicería y al lado una señora llamada Marta de Haberorn que vendía gas. Siguiendo por la calle pública que salía del comedor anteriormente mencionado, nos encontrábamos con la escuela primaria Montórfano y la estafeta postal de Miguel Holotte. Detrás de la escuela teníamos el barrio Montórfano y cruzando la ruta para el este se encontraba Las Acacias, un barrio de casas quintas. En calle Teniente Giménez estaba la Escuela N° 170 ‘II Brigada Aérea’ que se inaugura en 1981; y en el final de la mencionada calle nos encontrábamos con el tambo de Don Pedro Estábile, que vendía leche suelta al pie de la vaca”, recordaron.

Con el correr del tiempo se empezaron a agrandar los loteos, por lo cual los habitantes se agruparon para diagramar cómo se podía acceder al servicio de luz y agua. “Hasta ese momento había que hacer pozos de agua para construir e higienizarnos. Cada 20 días venía un camión de la municipalidad de Paraná y nos llenaba los tanques para tomar y cocinar, pero había que cuidarla para que nos alcanzara”, finalizaron.

Pequeñas historias y simples vivencias que también hacen al caminar de una ciudad. Cada aspecto enumerado da cuenta del progreso y del crecimiento sostenido. Hoy ante un enorme desafío que plantea el crecimiento demográfico que ha vivido una localidad que apuesta al trabajo como única herramienta para seguir adelante.

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