Australia se prepara para un fin de semana extremo de calor y fuego

El primer ministro Scott Morrison minimiza las causas climáticas de los incendios.

En la radio pública una periodista explica que los habitantes de Canberra han descubierto cómo es vivir en Nueva Delhi, Lahore o Pekín, algunas de las ciudades con el peor aire del mundo. Esta semana la capital australiana ha registrado niveles de contaminación treinta veces superiores a los límites considerados nocivos para la salud a causa del humo de los incendios de Nueva Gales del Sur y Victoria.

400 kilómetros al sur, al este de Victoria, los bomberos y el ejército luchan contra decenas de fuegos y especialmente contra un monstruo de llamas que a medianoche del jueves australiano ha arrasado 304.076 hectáreas; casi treinta veces la superficie de Barcelona. Hay al menos 17 desparecidos y la cifra de muertos desde octubre se eleva a 17. En la playa, las vacaciones se han convertido en un infierno. Unas 4.000 personas están atrapadas desde el lunes entre el fuego y el mar en la zona de Mallacoota, dónde el Gobierno federal ha enviado a dos buques de la Marina con suministros y capacidad para evacuar a 800 personas.

 

 

 

“No podemos controlar los desastres naturales, podemos controlar nuestra respuesta”, dice el premier

El jefe de Gobierno del estado de Victoria, Daniel Andrews, ha declarado la zona catastrófica, dotando de poderes extraordinarios a los servicios de rescate. Al norte, 113 fuegos siguen aniquilando hectáreas de bosque en Nueva Gales del Sur que ha declarado siete días de estado de emergencia. Las evacuaciones masivas ya han comenzado entre la frontera con Victoria y Nowra, a ciento cincuenta quilómetros de los suburbios de Sydney. Algunas zonas aisladas del estado se han quedado sin cobertura móvil y suministros como la gasolina, agua o comida se han interrumpido por el corte de carreteras.

“No tomamos las decisiones a la ligera –aseguraba la premier de Nueva Gales del Sur Gladys Berejiklian–, queremos estar seguros de que tomamos todas las precauciones”. Se prevé que el sábado las temperaturas superen los 40 grados en muchos rincones del estado y los vientos cálidos del desierto lleguen a los 80 kilómetros por hora.

Con la declaración de emergencia –la cuarta desde el 2006–, el estado ha blindado sus capacidades de actuar. A partir de ahora será una ofensa oponerse a la acción ministerial o a los cuerpos de seguridad. Las autoridades podrán ordenar evacuaciones forzosas, el cierre de centrales energéticas o entrar en las propiedades si existe un riesgo. “Las condiciones serán peores que en Nochevieja”, advirtió Shane Fitzsimmons, comisario del servicio rural de incendios.

 

 

 

Nueva Gales del Sur declara el estado de emergencia y el ejército se suma a la lucha contra el fuego.

En Australia Meridional, Isla Canguro sigue ardiendo y algunos condados cerca de Adelaida están en riesgo máximo. En el oeste, se repetirá el riesgo catastrófico este fin de semana en el sur de Australia Occidental y en Tasmania cinco fuegos siguen activos mientras se registran temperaturas de récord.

Después del escándalo de sus vacaciones en Hawái, el primer ministro Scott Morrison pidió “paciencia” y “confianza” en los cuerpos de seguridad. En una conferencia de prensa desde la casa gubernamental de Kirribilli, Morrison minimizó los efectos de la crisis climática y anunció que el lunes
se reunirá con el gabinete nacional de seguridad. “No podemos controlar los desastre naturales, podemos controlar nuestra respuesta”, sentenció.

A preguntas de los periodistas, defendió que la reducción de la emisión de gases de su Gobierno minimiza las amenazas naturales y “busca la viabilidad del empleo”. En una entrevista para la ABC, el líder laborista Anthony Albanese atacó la política de los liberales. “Australia tiene interés en ser un abogado firme de la acción global, no de ser un freno de mano”, dijo.

Por la tarde, Morrison se trasladó a Cobargo, Nueva Gales del Sur, donde el lunes murieron dos personas. Un grupo de habitantes le abuchearon bajo un cielo enrojecido por el humo: “¡Aquí no eres bienvenido!”, “¡Vete a Kirribilli!”. Quizá, al volver a su mansión colonial, Morrison viera los datos del buró de meteorología que recogen la mayoría de periódicos. El 2019 fue el año más caluroso y seco de la historia del país.

La temperatura ha subido un grado y medio desde 1910, se han superado las temperaturas máximas y la media de precipitaciones es de 277.630 milímetros, cifra que no alcanza los 316.146 del 1902, el año de la gran sequía federal (Fuente: La Vanguardia).

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