Atrapante historia de la atleta campeona internacional Betsabé Páez

La atleta crespense, múltiple campeona nacional e internacional, Betsabé Páez, visitó el “Centro Periodístico de Entre Ríos”, donde en diálogo con El Observador, habló sobre su destacada trayectoria, sus máximos logros, múltiples lesiones y futuro incierto tras esta pandemia mundial.

“Nací prácticamente con el atletismo adentro. Tenía unos pocos años y ya miraba los Juegos Olímpicos. Mi familia me apoyó desde el momento ‘0’, me han pasado muchas cosas a lo largo de mi carrera deportiva y tanto mis padres como hermanos, fueron incondicionales. Siempre se dice que se relaciona la actividad física con la salud, pero el alto rendimiento, expone el cuerpo al límite. Después de años muy buenos, en la etapa de infantil y juvenil, en 2011, tuve una grave lesión en la cuarta y quinta vértebra lumbar, se me fisuró por sobrecarga de entrenamiento. Me dolía muchísimo y estaba en ese momento en Estados Unidos, compitiendo en el título Panamericano. Cuando salto y hago el arco, quedé dura en la colchoneta. Fue unas semanas antes de viajar a los Panamericanos de Guadalajara (México), a los que no pude asistir. Me pusieron un corset ortopédico, que lo usé durante 6 meses. Fue una situación que me afectó emocionalmente: recuerdo que un médico me dijo que no podía hacer más atletismo. De hecho, pasé 3 años afuera de las competencias, subí 15 kilos y entré en un estado de depresión muy grande. La “cabeza” es muy importante en un deportista. Es muy duro que de un día para el otro te digan que se acabó tu carrera deportiva, con todas las ilusiones que tenía. En ese momento, con 17 años, no me había anotado en la universidad. No había proyectado mi vida como estudiante, porque tenía en la mente, como atleta, los Juegos Olímpicos y de repente, me quedé sin nada”.

LAS PALABRAS DE GONZALO BONADEO

“Pasaron 3 años en los que no hice nada. Lloraba todo el día. No me quería levantar y para mi familia también fue difícil sostener esa situación. Sentía fracaso y frustración, hasta que decidí estudiar profesora de Educación Física. Un día, estando sentada afuera del Colegio, me llaman por teléfono y me dicen que Gonzalo Bonadeo, periodista de TyC Sport, me estaba nombrando mientras relataba el Mundial de Atletismo y me recordaba como la atleta de Crespo y gran promesa. Dijo ‘ojalá podamos volver a verla en las pistas’. Estaba con una bolsa de bizcochos en la mano, me miré y dije “No puedo estar así. Tengo que volver a pelear por mis objetivos. Inmediatamente me fui a hablar con Silvia Decoud (kinesióloga) para que me ayude a rehabilitarme. Hablé con mi entrenador Aníbal Lanz y le comenté que tenía ganas de regresar. Estuve en rehabilitación aproximadamente un año. Llegué a pesar 75 kilos. Hoy tengo 61. Después vino el proceso de volver a estar físicamente bien para competir, que lo hice en 2014. En la actualidad, soy licenciada en Educación Física y Deportes y vivo en Buenos Aires. Tengo una habitación en el CENARD (Centro de Altos Rendimientos Deportivos), donde entrenan los integrantes de los seleccionados argentinos de atletismo, hockey, rugby, natación, que competimos a nivel internacional. Luego del regreso, sufrí otro ‘cachetazo’, con lesiones en los tobillos. El derecho me dejó 8 meses afuera. Seguí entrenando en natación, bicicleta y mucha rehabilitación. Volví a competir. Gané los campeonatos argentinos y clasifiqué a los internacionales. Pero a los 4 meses, tuve una lesión en el tobillo izquierdo. Así que estuve otros 8 meses afuera. Se me hacían fracturas por estrés”.

MÁS TÍTULOS, PERO TAMBIÉN MÁS LESIONES

“Volví, competí otra vez y mejoré mi marca personal a 1.81 metros de altura y estaban todos maravillados. Ahí me dicen, ‘te vamos a pagar un entrenamiento en Brasil, con el mejor entrenador de Latinoamérica’. Estuve 4 meses viviendo en San Pablo. Cuando le estaba agarrando el ritmo, empecé a sentir molestias en los pies. Me hacen una resonancia y encuentran que había un tema complicado, parecía un tumor en los tobillos. Fue terrible. Me tuvieron 14 horas estudiando y analizando en un hospital. Las imágenes mostraban los 2 tobillos destrozados, tenía fracturas en el calcáneo, la tibia astragalina y el escafoides. Regresé a Argentina y arranqué una gira por los médicos. En Buenos Aires uno de los profesionales me dice que tenía una enfermedad degenerativa, súper extraña, por la que se terminan necrosando los huesos. Me dijo que iba a terminar con prótesis, de acá a 10 años. Con esa noticia, me vinieron todas las emociones negativas que se pueden cruzar por la cabeza. En Rosario me dan otro diagnóstico, no tan trágico, pero también terrible: “Te vamos a poner tornillos en los tobillos y quedas en silla de ruedas por 6 meses para recuperarte”. Voy a otro médico y me dice que me tengo que ir a Estados Unidos a operar, porque solo allá hacían esa cirugía. Voy a otro profesional y me explica: “No tenés nada, es algo genético”. Ninguno coincidía en el diagnóstico. Un día lo charlo con mi entrenador y mi kinesióloga y dije “voy a hacer rehabilitación con ustedes y que mi cuerpo lo sane”. A los dos meses me hicieron un estudio y los tumores seguían estando, pero eran benignos… Con tratamientos en marcha, seguía con mi carrera a la par, me dejaban caminar 200 metros por día, solo andar en bicicleta y natación. Mi única conexión con el salto en alto era sentarme en la pista, en una silla, me ponía la varilla y yo imaginaba que lo hacía. Regresé a la competición y volví a estar en los primeros puestos. Durante una gira por Sudamérica, me rompí los ligamentos del tobillo, por lo que otros 6 meses estuve parada. Ahí dije, ‘hasta acá llegué. Estoy grande y se terminó’. Un día estaba en casa y me llaman que me habían elegido para participar en la gira de la antorcha olímpica, porque en ese momento se hacían los Juegos Olímpicos de la Juventud ‘Buenos Aires 2018’. En esa semana tuve que disertar acerca de mi historia deportiva y las lesiones y de las superaciones que tuve ante una gran cantidad de deportistas, dirigentes y demás. Fue una charla tan emocionante, que me volvió a hacer un click mientras la daba y me puse en la meta volver otra vez. Regreso y fue uno de los años deportivamente mejores de mi carrera, con muy buenas marcas. Fui medalla de bronce del Sudamericano de Mayores, clasifiqué a los Panamericanos de Lima. En 2019 gané torneos nacionales, pero en octubre se resintió un esguince anterior, así que otra vez a parar. Volví a competir y en febrero pasado participé en Bolivia, en el sudamericano de pista cubierta, donde terminé en el podio (de ganadores)… Aprovechando este tiempo de cuarentena, decidí operarme la rodilla, como consecuencia de las lesiones previas que he tenido, lo que implica un año de rehabilitación… Con el atletismo he recorrido muchos países, he estado en Brasil, Chile, Paraguay, Bolivia, Venezuela, Colombia, Ecuador, Trinidad y Tobago, Estados Unidos, Canadá, Singapur, Alemania, España, Italia, Francia… Sigo primera en el ranking argentino de salto en alto desde 2010, llegué a estar primera en el ranking sudamericano y toda esta experiencia que me tocó vivir, puede servir a motivar a otras personas a no bajar los brazos. Antes, me daba vergüenza contar todo esto que me pasó, pero es una historia que le puede servir a otros”.

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