Aseguran que con pastoreos planificados, se cuida a los suelos y se mejora en eficiencia

En un mundo que exige sustentabilidad, la ganadería vuelve a demostrar que, mediante estrategias de manejo planificadas, es posible mejorar la “salud” del suelo. Para esto, es clave realizar un ordenamiento del manejo ganadero, de acuerdo a las características propias de cada ambiente, comentó José Otondo, referente en pastizales naturales del INTA, quien expresó que esta planificación permite utilizar de la manera más eficiente, desde el punto de vista productivo y ecológico, cada uno de los potreros: “Hay que identificar la heterogeneidad de pastizal y darle mejor manejo a cada uno, así como conocer el ambiente en el que se desarrolla la actividad, entender cómo se desarrolla y, en base a eso, diseñar una estrategia. Los potreros con lomas y medias lomas son óptimos para su uso durante el invierno, por producir abundante forraje todo el año. Allí, es necesario un pastoreo estratégico a fines de verano, que elimine el forraje estival, favoreciendo el recambio por invernales que iniciarán su nuevo ciclo y proveerán de comida al ganado”.

Este manejo de recambio se hace a la inversa en los potreros conocidos como bajos dulces, que son los sectores que permanecen encharcados en gran parte invierno y están dominados por especies de verano de muy buena calidad nutricional. Por esto, son excelentes productores de forraje a la salida de la primavera y durante el verano. Finalmente, los bajos alcalinos –conocidos como de “barro blanco” o de “pelo de chancho” – son menos productivos debido a fuertes limitaciones edáficas y están dominados por especies de verano de menor calidad forrajera. Para llevar adelante estos manejos, se dividen los potreros mediante alambrados eléctricos, según el ambiente y oferta de forraje para no más de 3 o 4 días de pastoreo.

CAMBIO DE PARADIGMA  

En la última década, hubo cambios del uso del suelo que priorizó a la agricultura por sobre las rotaciones agrícolas y la producción ganadera. En consecuencia, se registró una intensificación de esta actividad, en zonas marginales. “Esto implicó un aumento en la presión de pastoreo sobre la vegetación natural, al tiempo que se reemplazó parte de esta, por pasturas implantadas y se incorporó la utilización de insumos químicos o alimentos concentrados”, relató el profesional del INTA quien también agregó: “El sobrepastoreo deteriora los suelos, provoca la pérdida de especies forrajeras nativas valiosas y la intervención en la provisión de los servicios ecosistémicos aportados por los sistemas pastoriles”.

“Para revertir este proceso de degradación, hay que mantener el suelo cubierto y favorecer la fijación de carbono, ser eficientes en el uso de energías no renovables, con menos insumos derivados del petróleo y aprovechar las consociaciones con leguminosas en verdeos o cultivos de cobertura”, recomendó Otondo.

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