Argentina campeón: Una vida esperando este día

Al fin. Se terminó la interminable espera. Al diablo los años sin títulos. A la papelera de reciclaje tantas finales perdidas. Allá atrás quedaron esos momentos de inmensa amargura. 28 años debieron pasar para que la patria futbolera volviera a sonreír, para que el pueblo argentino sintiera en su ser más profundo la bella caricia de un día de gloria.

Fueron generaciones que jamás lo habían vivido como testigos propios, pasaron generaciones de grandes futbolistas sin poder brindarle un guiño a la historia nuestra del deporte más convocante. Demasiadas cosas en el camino para un país tan pasional. Pero se terminó y por eso el desahogo masivo de miles y miles de almas que se volcaron automáticamente a las calles de su lugar en el mundo. El volcán emotivo estaba en plena ebullición tras el triunfo sobre Brasil y en el mismísimo Maracaná. Como si fuera el misterioso destino el encargado de trazar esta aventura que reunió condimentos épicos, soñados y triunfales para todos los tiempos.

SU COPA: Terminó el encuentro y el 10 plantó sus rodillas en el césped del Maracaná, apretó sus puños y su rostro comenzó a desahogar una carga emocional de décadas. Fue apenas un segundo porque de inmediato, los demás lo taparon de abrazos. Fue su Copa, nadie más que él la deseaba y todo el equipo empujó en cierta medida para que se saque una profunda espina.

Lionel Messi, capitán y emblema, de fenomenal zurda, de irrepetible potrero, arrastró a los suyos a un título en el que ya nadie creía. Sería caer en el egoísmo pensar que hubo un único ser encargado de tal epopeya deportiva, pero su influencia fue notoria. Jugó una Copa América descomunal, el mejor del certamen de principio a fin, jugó cada uno de los partidos, desde el puntapié inicial hasta el pitazo final, desequilibrante en cada intervención, líder sublime, dejó trozos de piel en el césped.

Perdió cuatro finales, sufrió despiadadas críticas, tratado por muchos de pecho frío, apuntado por no correr en la cancha, el que no canta el himno, ese que no siente la camiseta, decenas de pavadas sin sustento argumental con el único propósito de decir, estoy de este lado de la discusión y el culpable de las tragedias deportivas es Messi. Entonces es hermoso sentirse de este otro lado de esa gente que carece de brillo intelectual para hablar de fútbol.

A pesar de todo, soportando cada latigazo, dándose contra la pared contra Brasil, Alemania y Chile, fulminado emocionalmente por esas tres finales en tres años, con una renuncia en el medio, siguió. Plantó su pecho y siguió, no podía darle el gusto al grupito de brabucones que no representaban a la enorme mayoría que quería verlo en la cúspide misma con la celeste y blanca. A sus 34 años, soportando ese tendal de espinas en su camino, cosechó las rosas.

EL APUNTADO: Desde que puso un pie como el DT de la Selección Argentina, Lionel Scaloni fue apuntado por los francotiradores vestidos de traje sentados detrás de un escritorio. No eran balas sino palabras, duros conceptos que rasgaban las vestiduras del novel entrenador quien sin experiencia al frente de un equipo, llegó a este lugar de privilegio. Lo hizo en un contexto desolador, en un momento donde nadie quería estar. El Mundial de Rusia fue desastroso en varios aspectos y el cambio generacional estaba a la vuelta.

Él aceptó y formó un cuerpo técnico envidiable, con quienes fueron futbolistas excepcionales pero fundamentalmente de grandes valores. Pablo Aimar, Walter Samuel y Roberto Ayala, junto a Scaloni, construyeron esta conducción. El mayor de los respetos para ellos, mucha escuela de Néstor Pekerman en sus cerebros y eso ya significa mucho. Podremos discutir un planteo, un cambio, un nombre, pero no su trabajo o su capacidad, eso queda para quienes escriben fuera de los márgenes de la hoja, para los que buscan astillas y construyen una mesa crítica con el hambre de destruir sin coherencia con la realidad.

A Dios gracias por este título entonces, para respaldar aún más este proyecto que comenzó en arenas movedizas por un contexto extraño y rápidamente fue caminando por el terreno de las ilusiones, y ahora por el de las gloriosas conquistas.

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Por Mauricio Jacob
Desde Crespo
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