Alzheimer: la demencia de la tercera edad

El 21 de septiembre se conmemorará el Día Mundial del Alzheimer, enfermedad que afecta a un gran porcentaje de personas mayores. Este mal es una forma de demencia que gradualmente empeora con el tiempo y afecta la memoria, el pensamiento y el comportamiento. Este deterioro psicológico, desencadena otros problemas como las dificultades en el lenguaje para expresarse correctamente, la capacidad para tomar decisiones responsablemente, poder discernir entre actitudes que son potencialmente peligrosas o no y la personalidad, puesto que se intensifican los rasgos agresivos de cada persona.

La edad y los antecedentes familiares son factores de riesgo para el mal de Alzheimer. A medida que uno envejece, el riesgo de desarrollarlo aumenta. Sin embargo, tener esta enfermedad no es parte del envejecimiento normal. Tener un pariente consanguíneo cercano, como un hermano, hermana o padre que desarrolló la enfermedad aumenta el riesgo. Lo mismo ocurre cuando existe cierta combinación de genes proteicos. Otros factores de riesgo que no están científicamente comprobados, abarcan la presión arterial alta por períodos prolongados, los antecedentes de traumatismo craneal y se habla de una predisposición de género que hace vulnerables a las mujeres.

Existen 2 tipos de mal de Alzheimer: de aparición temprana y tardía. El primero de ellos, aparece generalmente antes de los 60 años y es mucho menos común que el de aparición tardía, sin embargo, tiende a progresar rápidamente. La enfermedad de aparición temprana puede ser hereditaria y ya se han identificado varios genes. El mal de Alzheimer de aparición tardía (la forma más común de la enfermedad), se desarrolla en personas de más de 60 años y puede ser hereditaria en algunas familias, pero el papel de los genes es menos claro.

La causa del mal de Alzheimer no se conoce por completo, pero se cree que abarca tanto factores genéticos como ambientales. El diagnóstico de esta enfermedad se hace cuando ciertos síntomas están presentes y verificando que no haya otras causas de demencia. El deterioro cognitivo leve (DCL) es la fase entre el olvido normal debido al envejecimiento y el desarrollo del mal de Alzheimer. Las personas con deterioro cognitivo leve tienen ligeros problemas con el pensamiento y la memoria que no interfieren con las actividades cotidianas y con frecuencia, son conscientes del olvido. No todas las personas con deterioro cognitivo leve desarrollan mal de Alzheimer, pero tienen predisposición aquellas que: 1) olvidan hechos o conversaciones recientes, 2) comienzan a tener dificultad para realizar más de una tarea a la vez o para resolver problemas, 3) repentinamente tardar más tiempo para llevar a cabo actividades mentales difíciles, 4) surgen complicaciones en el lenguaje, como tener dificultad para encontrar el nombre de objetos familiares, 5) extravían artículos o se pierden en caminos ya conocidos, 6) se detectan cambios de personalidad, vinculados con una disminución de la sociabilidad y 7) pérdida del interés en cosas que previamente se disfrutaban, lo cual genera un estado anímico indiferente a la mayoría de las actividades.

Aunque no existe una forma comprobada de prevenir el mal de Alzheimer, existen algunas prácticas que vale la pena incorporar en la rutina diaria:

*Consumir una dieta baja en grasa.

*Consumir pescado de agua fría (como atún, salmón y caballa) rico en ácidos grasos omega-3, al menos dos a tres veces a la semana.

*Reducir la ingesta de ácido linoleico que se encuentra en las margarinas, la mantequilla y los productos lácteos.

*Incrementar los antioxidantes, como los carotenoides, la vitamina E y la vitamina C, consumiendo muchas frutas y verduras de color oscuro.

*Mantener una presión arterial normal.

*Permanecer activo mental y socialmente durante toda la vida.

Desafortunadamente, no existe cura para esta enfermedad. Los objetivos del tratamiento son disminuir el progreso de la enfermedad; manejar los problemas de comportamiento, confusión, problemas del sueño y agitación; modificar el ambiente del hogar para evitar que la persona se dañe o desarrolle actos peligrosos y finalmente, apoyar a los miembros de la familia y cuidadores. No obstante ello, con el avance de la ciencia, los tratamientos más prometedores abarcan cambios en el estilo de vida, mediante la ingesta de medicamentos y suplementos antioxidantes.

La mayoría de los fármacos empleados para tratar el mal de Alzheimer apuntan a retardar la tasa a la cual los síntomas empeoran. El beneficio de estos fármacos con frecuencia es pequeño, ya que los pacientes y sus familias no siempre pueden notar mucho cambio.

En cuanto al pronóstico de la enfermedad, la rapidez con la cual empeora esta enfermedad es diferente para cada persona. Si el mal de Alzheimer se desarrolla rápidamente, es más probable que empeore al mismo ritmo. Los pacientes con mal de Alzheimer con frecuencia mueren antes de lo normal, aunque un paciente puede vivir entre 3 y 20 años después del diagnóstico. La última fase de la enfermedad puede durar desde unos meses hasta varios años. Durante ese tiempo, el paciente se torna inmóvil y totalmente inválido. La muerte por lo regular ocurre por una infección o una insuficiencia de otros sistemas corporales.

 

 

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