2 de Julio: “Día del Avicultor”

Crespo continúa pregonando orgullosa su nombramiento como Capital Nacional de la Avicultura, actividad económica que le ha permitido consolidarse y crecer a gran escala, teniendo además una excelente proyección a futuro. Este lunes 2 de julio, se conmemora una fecha importante para la comunidad y zona, dado que es el Día del Avicultor, ese trabajador incansable de uno de los sectores más importantes de la cadena alimenticia. En Entre Ríos cuando se habla de avicultura, se hace alusión no sólo a la producción de aves para obtener su carne, plumas o huevos, sino también a la crianza con fines recreativos, que además consiguen preservar especies exóticas para el muestreo turístico, veta que muchas localidades han comenzado a explotar. En cualquiera de sus variantes, la actividad avícola entrerriana ocupa el primer plano en el contexto nacional y de hecho, con el esfuerzo sostenido en el tiempo, ha llevado al bienestar económico de sus pueblos y al crecimiento de sus empresas.

En esta zona la avicultura ha sido la fuente de trabajo y de ingresos por excelencia para una innumerable cantidad de familias, muchas de las cuales han transferido sus conocimientos a las nuevas generaciones, para que la actividad continúe. Rolando Bernhardt, es uno de los tantos productores que se encuentran abocados a este rubro, quien sostuvo que “se esperaba un año complicado y por esa razón muchos lotes no se repusieron, entonces empezó a faltar el huevo. Si falta, aumenta el precio, que es lo que empezó a ocurrir desde hace unos meses y producto de ello, podríamos decir que actualmente estamos bien”. El joven avicultor comentó que para él se trata de un emprendimiento familiar y agregó: “Mi familia me ayuda siempre, tanto a recolectar como a clasificar los huevos. A la mayoría del trabajo lo hago con mi señora y a veces se suman nuestros 2 hijos, pero como estamos en tiempo de clases y demás, mi esposa pasa mucho tiempo dedicada a ellos y vimos la necesidad de incorporar una chica que nos ayude. No es un trabajo pesado, pero hay que estar de lunes a lunes. Podemos manejar los horarios, pero pasamos gran parte del día en la granja. Si bien el domingo no juntamos huevos, sino que lo hacemos el lunes, no podemos ausentarnos. En mi caso, me levanto a las 7.00, le doy de comer a las gallinas y después me siento a desayunar. Esa tarea me lleva unos 40 minutos aproximadamente, porque la noche anterior ya dejo los carros alimentadores llenos, para que a la mañana siguiente hacerlo más rápido. A las 10.00 ya comienzo a juntar los huevos y después los clasifico, para estar preparado para las 14.00 que hago el rejunte nuevamente. La gallina pone una vez por día y no todos los días, pero no es una cosa programa así que cada una tiene su tiempo y sus horarios. Un 80% tiene una buena postura y cuando son nuevas, tal vez se alcanza el 95%. Entre las 17.00 y las 18.00 las vuelvo a alimentar, porque lo hago manual. Todavía no tengo galpones automáticos como los que vienen ahora, donde los carros se programan para que pasen solos unas 6 ó 7 veces por día. La mayoría de los avicultores de la zona tenemos los galpones tradicionales, hay muy pocos automáticos. A la clasificación la hacemos en forma manual también, con una saranda, que separa los huevos en tres tamaños. Es una etapa bastante rápida si se sabe hacer. Mis padres tenían gallinas, hace 14 años que estoy trabajando en la granja, así que ya le he agarrado la mano”.

Quienes se dedican a la avicultura tienen que realizar periódicas inversiones para mantener la calidad y el nivel de producción de huevos, lo cual fue confirmado por Bernhardt, quien comentó: “Haciéndole un replume, la vida de la gallina es de dos años y medio aproximadamente. Desde que nace hasta que se sacrifica no excede ese tiempo. A los 5 meses recién empiezan a poner huevos y se las deja ponerlos durante unos 11 meses, después se les hace el replume. Eso consiste en dejarla unos días sin comer, hasta que pierda todas las plumas y allí recién se les restablece el alimento. Es como volver a una gallina nueva, que aumenta la postura y por ende, mejora el tamaño y la calidad de la cáscara de los huevos que pone. Es una especie de desintoxicación, que se le hace una única vez. Al período de productividad relativamente poco que tienen hay que sumarle las vacunas, los gastos para despiojarlas y todo lo que conlleva el trabajo”.

Bernhardt recordó que durante el 2001 y en los años siguientes la situación avícola estuvo muy complicada, pero que a partir de allí pese a los altibajos, se fueron reponiendo y desde hace poco tiempo, el sector se empezó a recuperar. “Dependemos de las gallinas. Cuando todo va mal hay que reponer los lotes aunque eso implique endeudarse, porque si uno se queda con gallinas viejas, cuando de repente surgen las buenas épocas no se está preparado para aprovechar la oportunidad y recuperarse. Muchas veces llegué a deber mucho más de lo que tenía, pero fue la manera de salir adelante después”, dijo el productor.

En cuanto a las variaciones de precio que el huevo sufre en góndola, Bernhardt explicó que “el precio se maneja por oferta y demanda. Cuando hay mucho huevo, de algún modo el comprador pone el precio, porque aunque sea a $10 menos de lo que vale, no queda otra opción que vendérselo, porque hay una saturación. Es un producto que se puede conservar entre una semana y 10 días, no más de eso y mucho menos en verano”.

Orígenes de esta fecha

En 1963, a pedido de la entonces llamada Asociación Argentina de Criadores de Aves, Conejos y Abejas, el gobierno nacional decretó que el 2 de julio se celebre el día del avicultor en el país. Sucede que en esa fecha, pero de 1857, Justo José de Urquiza fundó Colonia San José (Entre Ríos), donde se inició esta actividad en forma orgánica. Fue el propio general entrerriano quien motivó el inicio de esta producción, que con el tiempo se transformó en la fuente de sustento para miles de personas, directa e  indirectamente. Una vez más, la ocasión es propicia para reivindicar la tarea que cientos y cientos de entrerrianos llevan adelante día a día y que muchas veces queda oculto detrás de la vorágine de consumo que protagoniza la sociedad.

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