¿Se puede curar la enfermedad que destruye vidas con los juego de azar?

Cada vez más personas concurren a las salas de juego, con el fin de distraerse, pasar un momento agradable con amigos y quizás, encontrar un golpe de suerte que mejore su economía. El inconveniente se presenta, cuando la ruleta, tragamonedas y “maquinitas” en general, se transforman en una imperiosa necesidad y jugar pasa a ser un impulso irreprimible, a pesar de ser consciente de sus consecuencias y del deseo de detenerse. Esta adicción, llamada ludopatía, es cada vez más frecuente en los consultorios, por lo que El Observador, dialogó con la Lic. en Psicología Vanesa Bolenberg, quien al respecto señaló: “El término ludopatía proviene del griego, que significa juego patológico, es decir, cuando una persona establece con los juegos de azar un vínculo muy fuerte, que se transforma en una relación enfermiza. Quien lo padece, no puede parar de jugar, no por querer ganar dinero, sino por la adicción que le produce el apostar. Además de la pérdida de dinero, la persona pierde básicamente la valoración de sí mismo, sus relaciones afectivas importantes se alejan por su nuevo comportamiento, se dañan los vínculos de pareja o con los hijos, con los amigos, porque en vez de salir y compartir momentos con ellos, la prioridad pasa a ser la sala de juegos. Los casinos están ambientados de manera que el jugador no se da cuenta de la cantidad de horas que pasa allí dentro”.

En cuanto a las causas de esta enfermedad que origina innumerables consecuencias, la profesional indicó: “Existen ciertos factores predisponentes, como haber sufrido conflictos internos en la adolescencia, sufrir cuadros de ansiedad, mucha angustia y presentar depresión de base. No obstante ello, está comprobado que el factor que termina por transformar a la persona en jugadora compulsiva, es la pérdida significativa no superada. Puede ser el fallecimiento de un ser querido, haber atravesado un divorcio o crisis de pareja que finalizó con una separación de sus miembros e incluso haber sido despedido, si es que el trabajo era importante para esa persona. Ante ausencias no resueltas, muchos recurren al juego, que revive ese sentimiento de perder constantemente, quedando al borde de la desesperación. Experimentan un gran placer mientras están jugando, pero cuando salen a la realidad les sobreviene la culpa, porque se jugó el dinero del mes, los ahorros de la familia o las reservas personales. Estadísticamente en Argentina las personas adictas al juego de azar son de clase media, lo cual agrava las consecuencias económicas y psicológicas”.

A diferencia de otras adicciones como la ingesta de sustancias, por ejemplo, donde los efectos que produce son visibles rápidamente, la ludopatía es silenciosa hasta un estado avanzado y es el contexto del enfermo quien debe advertirlos. “El paciente normalmente pone de manifiesto que se está controlando en el juego, minimizando la dependencia. Por lo general los familiares se enteran cuando les empiezan a llegar cartas de aviso por deudas, dado que no pagan sus obligaciones. Son notificados de que la persona fue despedida de su trabajo o son suspendidos por faltas reiteradas. Estudiantes universitarios y empleados comienzan a regresar más tarde, diciendo que el trabajo práctico les insumió más tiempo o que tuvieron que hacer horas extras. Empiezan a pedir dinero prestado con frecuencia, a más de una persona, sin llegar a devolverlo muchas veces. Surge un faltante de dinero en la casa. A veces sucede lo contrario, dicen que no se pueden tomar unas vacaciones porque no hay plata y de repente, aparecen con dinero para ese u otros gastos importantes. La pregunta clave es de dónde salió ese efectivo o en qué se gastó que no está disponible para el fin que tenía. Existen también indicadores psicológicos, como la variación brusca de los estados depresivos, pasan de mucha angustia o mal humor a altos niveles de euforia y alegría. Son fluctuaciones que se adaptan a si van ganando o perdiendo, por lo que es evidente la incidencia que el juego está teniendo sobre sus emociones”, explicó la licenciada.

Como sucede con todas las adicciones, para recibir la ayuda profesional adecuada es necesario primero reconocer que el juego de azar se ha transformado en un problema. No hay tratamiento posible si quien sufre el trastorno no acepta que necesita ayuda. En cuanto a la manera en que se puede revertir esta situación, que la padece todo el entorno del apostador compulsivo, Bolenberg sostuvo: “En este tipo de patologías nunca se plantea una curación definitiva, sino que se habla de recuperación. Puede ser mediante un tratamiento individual, de pareja o grupales, dependiendo cada caso. El juego es la pantalla de algo mucho más profundo, entonces es necesario analizar las causas. Uno de los requisitos indispensables para permanecer en el tratamiento es la abstinencia del juego, seguramente habrá recaídas, pero aún así lo importante es que el paciente sea honesto y lo reconozca, para que pueda recibir la contención que necesita a fin de retomar su objetivo. También se prioriza poder recuperar los lazos familiares o de amigos perdidos, empezando por la valoración de sí mismo. Ir de pérdida en pérdida va deteriorando la autoestima. Es un trabajo terapéutico que requiere tiempo, mucha dedicación y compromiso por parte de la persona, pero se puede salir adelante…”.

 

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