¿Cómo saber si uno tiene cáncer en la tiroides?

Una de las noticias más impactantes del año para Argentina y que rápidamente fue recogida por todos los medios informativos del mundo, es que la presidenta Cristina Fernández será intervenida quirúrgicamente el próximo 4 de enero, para la extirpación de un carcinoma papilar, que es un tumor que afecta la glándula tiroides y que es considerado uno de los cánceres más comunes.

El problema de Cristina está focalizado en la tiroides, que es una pequeña glándula de unos 5 cm de diámetro aproximadamente, ubicada en el cuello, más precisamente debajo de la comúnmente llamada “nuez de Adán”. Participa en la producción de hormonas, especialmente tiroxina (T4) y triyodotironina (T3), regulando el metabolismo general del organismo, equilibrando el crecimiento corporal y el grado de funcionalidad entre los distintos sistemas. De allí radica la importancia de su estado, dado que tiene efectos sobre casi todos los tejidos al sintetizar hormonas reguladoras del calcio, las proteínas, los hidratos de carbono y los lípidos. Entre las diversas disfunciones y complicaciones que puede tener esta glándula, está el carcinoma papilar, que es el desarrollo de un tumor en el lóbulo derecho o izquierdo de la misma.

Comparado con los cánceres que se desarrollan en distintas partes del cuerpo, no es muy frecuente y representa apenas el 2%, pero dentro de la clasificación de los tumores que son diagnosticados en la glándula tiroides, ronda el 80% de aparición. Sus características hacen que se pueda presentar durante la infancia, pero se detecta habitualmente a partir de los 45 años, con mayor incidencia en mujeres que en hombres. Al igual que la mayoría de los tumores malignos, su causa específica se desconoce, aunque los investigadores focalizan en la existencia de una predisposición genética y un aumento del desarrollo por la exposición a la radiación durante la niñez. Un alto porcentaje de pacientes, registra el antecedente de haberse practicado sesiones de radioterapia en el cuello cuando era pequeño. Sucede que este tipo de técnicas era muy común en la década del ’50, en los tratamientos para corregir el agrandamiento de ciertas glándulas como el timo, las adenoides y las amígdalas. Por ese entonces, se curaban esas patologías de este modo, desconociendo las consecuencias que podrían generarse a futuro.

El cáncer de tiroides no manifiesta demasiados síntomas, más que la aparición de pequeños nódulos en la zona de la glándula, que puede ser palpada en la parte central del frente del cuello. Dado que no reviste mayor gravedad y que de hecho, son diagnosticados con exámenes de baja a media complejidad, habitualmente es una enfermedad tratada por endocrinólogos y no por oncólogos.

Existen 3 tipos de tratamientos para esta patología, los cuales generalmente son utilizados en forma consecutiva para alcanzar óptimos resultados. Ellos son la cirugía, el suministro de yodo radiactivo y la medicación permanente. La intervención quirúrgica se realiza para extirpar la mayor cantidad de ramificaciones posibles o el tumor en sí mismo si se encuentra encapsulado. También se quita parte de la glándula, conforme la zona afectada. Después de dicha práctica, la mayoría de los pacientes reciben yodo radiactivo por vía oral, para destruir cualquier tejido tiroideo remanente. Finalmente, se les prescribe a los pacientes un medicamento que deberán tomar por el resto de su vida. Como fue extraída total o parcialmente la glándula, a través de la medicación se sustituye la producción de hormonas faltantes. De este modo, se mantiene el nivel metabólico, es decir, la transformación de los alimentos en energía para el organismo.

De no surgir alguna complicación adicional, las personas a las que se les detecta y extirpa un carcinoma papilar, no sufren mayores secuelas. La tasa de supervivencia para quienes padecen dicho cáncer es excelente, ya que el 95% de los adultos con este tipo de afección se cura y alcanza la expectativa de vida normal de la población. No obstante ello, cada 6 a 12 meses deben hacerse un examen de sangre, para verificar los niveles tiroideos.

 

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